New York.
Una semana después.
Alison caminó con mucho cuidado, al salir de la ducha, se acercó a su tocador y tomó un chocolate de la cajita que le dejó Mike, en cuanto lo hizo, no pudo dejar de pensar en él y dibujó una enorme sonrisa que le llegó, hasta su mirada.
Retiró la bata y a través de un espejo se quedó observando el gran, gran moretón en su dorso, producto del fuerte impacto que recibió en el accidente. Tomó un par de analgésicos que le indicaron y bebió un poco de agua.
Sacó un pijama limpio de su cajonera y se lo colocó, para volver a recostarse y guardar reposo tal y como se lo habían indicado en el hospital. Tomó su móvil, y buscó el número de Mike, deseando con todo su ser llamarlo, pero no sabía, si hacerlo o no, se sentía insegura, además que cargaba un fuerte remordimiento en su consciencia, ante la forma tan tóxica con la que se relacionó con James, deseando saber en todo momento en dónde estaba, con quien, como si fuese su dueña.
Resopló con desánimo y colocó su móvil sobre la mesa de noche.
—No puedo volver a ser esa frívola mujer —afirmó con seguridad, comenzó a sentir mucho sueño debido a los analgésicos, por lo que poco a poco se fue quedando dormida—. Cada día me haces más falta Mike. —Se aferró a una de sus almohadas y cerró sus ojos con mucha pesadez.
***
María corrió a saludar a Mike a la cocina, en donde preparaba unas tostadas de pan francés, lo abrazó con mucho cariño.
— ¿Te gusta mi dibujo? —preguntó.
Mike fijó su atención en la hoja que le entregó y sonrió.
—Es muy lindo —mencionó mientras se servía un poco de café.
Al llegar al comedor, ambos se sentaron a degustar lo que preparó él.
—Platícame, ¿quiénes son los que están en tu dibujo?
—Somos mi mamá, tú y yo.
El joven inhaló profundo.
—Cuéntame, ¿por qué nos pusiste tomados de la mano a tu mamá y a mí? —indagó con toda calma.
—Desde hace tiempo que estoy buscando un esposo para mi mamá, y mi corazón me dice que tú eres el indicado, además, me tratas muy bien, y yo te quiero mucho. —Su mirada brilló.
Mike acarició su mejilla con cariño.
—Sería imposible no quererte, eres una niña muy especial —expresó con ternura y se quedó pensativo.
María esbozó una gran sonrisa al escucharlo, su corazón se agitó con emoción.
— ¿Te gustaría ser mi papá? —preguntó con su dulce voz.
Bebió un sorbo de su café, entonces observó que Isabella estaba parada sobre el umbral de la puerta, completamente paralizada al escuchar aquella pregunta que hizo su hija a Mike, quiso intervenir, pero quedó enmudecida.
—Yo les tengo mucho cariño a ambas, al saber que no tenían en donde dormir, no tuve corazón para permitir que se quedaran en la calle a su suerte. —Se aclaró la garganta—, pero eso no es suficiente para formar una familia.
La mirada de María se llenó de lágrimas.
— ¿No quieres ser mi papi? —cuestionó sintiendo que su pecho dolía.
Isabella se acercó de inmediato a ella y estrechó entre sus brazos.
—Mike tiene razón, cariño. Él solo se ha portado como un buen amigo, y aunque no sea tu papá, ya somos una familia, porque no tienen que llevar la misma sangre para serlo, él es como un tío para ti. —Besó la frente de su niña.
— ¿Por qué no puedo tener uno? —refirió con tristeza.
—Lo lamento —susurró Isabella.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Herederos para el Enfermo CEO