Jefe Irresistible: Rendida a su Pasión (de Maria Anita) romance Capítulo 102

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A la mañana siguiente Alessandro insistió en llevar a Pedro a la guardería y después dejarme en el trabajo nuevamente. Decía querer aprovechar cada segundo con nosotros.

Cuando dejamos a Pedro en la guardería, su profesora también pensó que Alessandro era su padre, comentando lo mucho que se parecían. Una vez más Alessandro no me dejó deshacer el malentendido y agradeció todo orgulloso.

Pero, en el camino hacia Lince, Alessandro estaba algo callado, pensativo. Imaginé que sería por todo lo que conversamos la noche anterior. Cuando estábamos casi llegando finalmente preguntó:

— Cata, ¿por qué tu prima y su esposo dijeron que no sabes quién es el padre de Pedro? Sé que debería esperar a que estuvieras lista para hablar sobre este asunto y respetaré si no te sientes cómoda contándome. Pero esto ha estado dando vueltas en mi cabeza. Cuando supe de Pedro, le pregunté a Mari si sabía quién era su padre, pero me dijo que solo tú podrías contarme por ser algo muy personal.

— Alessandro, ya estamos llegando a Lince y esa historia es algo larga —dije con un suspiro—. ¿Podemos hablar de esto después? Sé que tengo que contártelo. Y probablemente después de saberlo me mirarás con otros ojos.

— Jamás te juzgaré, Cata. Le daré mi apellido a Pedro, para mí ya es mi hijo. Pero me quedé curioso.

— Mira, conocí al padre de Pedro y estuve con él una sola noche. Después se fue y descubrí que estaba embarazada. En resumen es eso —dije algo avergonzada.

— ¿Él no sabe que tiene un hijo?

— No. No tengo forma de encontrarlo, así que es lo que hay. Si tuviera cómo encontrarlo no le ocultaría a Pedro, pero simplemente se fue.

— Está bien, Cata. Entiendo. No necesitas explicarme nada más. Pedro ahora me tiene a mí —Alessandro tomó mi mano y besó el dorso.

Cuando se detuvo frente a Lince, bajó del coche para abrirme la puerta. Cuando salí, me atrajo por la cintura, me dio un beso y preguntó:

— ¿Y cuándo volverás a trabajar conmigo?

Puse los ojos en blanco. No iba a desistir y yo aún no estaba segura.

— Hagamos lo siguiente, dame hasta el viernes para tomar una decisión. Pero prométeme que, cualquiera que sea mi decisión, la respetarás.

— No puedo prometer nada, pero puedo esperar hasta el viernes —dijo con una hermosa sonrisa en su rostro—. Que tengas un lindo día, mi ángel. Te extrañaré muchísimo.

— Yo también —sonreí y besé sus labios antes de entrar al edificio.