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La esposa misteriosa escondida detrás de él romance Capítulo 19

De inmediato, Ariadna se preparó para defenderse; sin embargo, sus movimientos se detuvieron al ver el rostro del hombre.

-¿Señor Navarro? T-tú... -Fijó su mirada en él y parpadeó con total incredulidad.

-¿Por qué fingiste no reconocerme? -interrumpió Valentín antes de que ella pudiera terminar de hablar.

Ariadna miró al hombre con total perplejidad. Del otro lado, la mirada de Valentín se asemejaba a la de un león feroz y enfurecido.

«¿Está enojado porque no lo saludé cuando pasé frente a él más temprano? ¿Eso significa que sí me reconoció? Entonces, ¿por qué en el aeropuerto se comportó como si fuéramos extraños? ¡Incluso me ignoró cuando íbamos en el jet!»

—¡Fuiste tú el que me ignoró primero! Además, ¿cómo me atrevería a molestar a un hombre tan ocupado como tú? — respondió Ariadna desconcertada.

«¿En qué demonios está pensando? Está claro que me reconoció, pero fingió que no sabía quién era. Tendría que haber continuado con el acto. ¿Por qué me acorrala y me reprende por hacer lo mismo?»

Ariadna intentó apartar a Valentín para poner un poco de distancia entre ellos.

-No importa... primero deberías soltarme. La gente puede malinterpretarlo si nos ve así.

Las palabras de Ariadna parecieron entrar por un oído y salir por el otro, ya que la mirada de Valentín seguía fija en la de ella. El hombre descubrió que sus ojos brillantes eran como estanques de agua cristalina y, al mismo tiempo, su mirada era tan profunda como el fondo del océano. No había ni un rastro de miedo ni de adulación en su mirada brillante y lo único que pudo percibir Valentín fue desconfianza. Ella lo trataba como si fuera una persona común y corriente.

«Una persona común y corriente... ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que alguien me trató de ese modo?» -¿Estás enfadada porque no pude reconocerte en el aeropuerto?

-No me he enfadado -dijo Ariadna mientras que su labio inferior sobresalía.

«¿Por qué iba a enfadarme?»

Tras escuchar su respuesta, Valentín permaneció en silencio; no podía expresar los complejos sentimientos de su corazón. Después de pensar por un momento, Valentín la soltó de su agarre y retrocedió de golpe.

-¿Por qué viniste a Noria? ¿Me estás siguiendo porque no te he dado una respuesta?

-¿Seguirte? No soy tan libre como crees; en verdad no tengo tiempo para estar siguiéndote. Además, ¿qué respuesta necesito de ti? —respondió Ariadna con una expresión de confusión.

De repente, recordó las últimas palabras que había dicho Valentín durante la cena de cumpleaños. Los ojos de Ariadna se abrieron de par en par mientras cruzaba los brazos frente a su pecho.

—¿Sigues pensando en la broma que hice el otro día?

-Como dije, la verdad está oculta detrás de una broma. No tienes que preocuparte; aún estoy pensándolo.

-¡Ja, ja! -Ariadna rio a carcajadas mientras ladeaba su cabeza—. ¡Desearía poder asomarme y ver que hay en esa cabecita!

—Eso debería decírtelo yo —respondió Valentín sin inmutarse.

-¿De qué demonios estás hablando...?

En ese momento, el teléfono de Ariadna comenzó a sonar. En el momento en que contestó la llamada, la voz de Hipólito resonó en el teléfono.

-Ariadna, ¿a dónde fuiste? ¿Por qué hiciste esperar a tu hermana tanto tiempo?

«¿Esperar? Ni siquiera he visto la sombra de Soledad».

De inmediato, Ariadna actuó como si la trataran de manera injusta.

-Esta es la primera vez que tomo un avión... Debo admitir que no tenía idea. Padre, lo siento. ¿Dónde estás?

Intentaré encontrarte —murmuró Ariadna con suavidad.

—Busca al personal del aeropuerto. Estamos en el mostrador de información.

-De acuerdo, ¡voy ahora mismo!

En el momento en que Ariadna cortó la llamada, su imagen de mujer remilgada y correcta se desvaneció en el aire.

-Mi padre está buscándome, así que me iré ahora. Además, permíteme que lo repita: ¡El otro día estaba bromeando! ¡Puedes olvidarlo! -gritó Ariadna mientras agitaba su teléfono en dirección a Valentín.

Al terminar de hablar, Ariadna volteó para marcharse, pero solo consiguió dar dos pasos antes de que el tono sospechoso de Valentín resonara detrás de ella.

-¿Cuál es tu relación con tu familia?

Su pregunta la confundió.

-Solo somos familia -dijo Ariadna mientras volteaba para mirarlo de nuevo.

-Está bien. -Hipólito tosió algo incómodo; parecía que no le era posible seguir enfadado con ella—. Vámonos. Llegaremos tarde si no nos vamos ahora.

-De acuerdo —asintió Ariadna, obediente; incluso extendió la mano para ayudar a Cintia con su equipaje.

En un abrir y cerrar de ojos, el enfado de Hipólito desapareció. Sin embargo, esa experiencia parecía demostrar que su hija mayor era alguien obediente y de carácter débil.

«Quizás debería enfocar toda mi atención en Soledad».

En un abrir y cerrar de ojos, Soledad volvió a acaparar su amor y atención. Hipólito hizo su mayor esfuerzo para reservar el hotel más cercano a la ceremonia e incluso reservó una suite solo para Soledad. Dentro de la habitación, la hija menor estaba totalmente complacida.

-Madre, ¿mi plan no fue brillante? -preguntó mientras sonreía a su madre.

-¡Te dije que no hicieras nada a mis espaldas! —Cintia no parecía compartir la alegría de su hija; su ceño fruncido adornaba su frente.

Al ver el enojo de su madre, Soledad tiró de su brazo con timidez.

-Madre, ya no estés enfadada... ¿Acaso el resultado no fue satisfactorio?

Cintia recordó de repente que Hipólito había arreglado que Ariadna se alojara en la habitación más barata del hotel y, de inmediato, su humor mejoró.

-Mocosa. La próxima vez que intentes hacer algo, deberías avisarme primero -reprendió Cintia mientras tocaba su nariz con picardía.

-Relájate, Ariadna no es tan fuerte como crees. ¡Apuesto a que está haciendo un enorme berrinche ahora mismo!

Por otro lado, Cintia estaba sumida en sus pensamientos.

Cualquiera que cayera en las jugarretas de Soledad habría arremetido o se habría defendido; sin embargo, Ariadna no lo hizo. Se limitó a admitir su error y a tratar de mejorar sus defectos. Eso significaba que la joven era alguien que podía soportar las dificultades y mantener la calma a pesar de que la culparan. Sería alguien muy peligrosa si decidía contraatacar.

—Cariño, escúchame. Lo he pensado mucho y deberías recibir tu trofeo de forma obediente. No intentes decir nada más. Deberíamos hacer todo lo posible por descifrarla. Habrá muchas oportunidades para lidiar con ella en el futuro -dijo Cintia con seriedad.

-De acuerdo, madre -asintió Soledad con la cabeza.

A pesar de sus palabras, la joven no parecía compartir los mismos pensamientos que Cintia.

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