Nadie había esperado que Samuel renunciara a todo, así que, cuando lo hizo, sorprendió a todos, incluso a Soledad. Aunque sabía qué tan importante y rentable iba a ser la película, Samuel se rehusó a traicionar sus principios por dinero. No era de extrañar que tuviera una reputación por ser tenaz e implacable.
Gerardo tuvo un momento de pánico, pero enseguida recobró la compostura y le sonrió a Soledad.
-Por favor, espérame aquí. Déjame convencer al director.
Ver a Samuel irse había, francamente, aterrorizado a Soledad porque, sin que la gente allí presente lo supiera, todo lo que ella había dicho era una mentira. Incluso la tarjeta de presentación de Valentín era un objeto robado. No obstante, Soledad tosió en respuesta, decidida a continuar con la actuación.
-Muy bien, lo espero.
Gerardo al final alcanzó a Samuel y trató, una vez más, de convencerlo para evitar que renuncie a la película. Por fortuna, parecía que había cambiado de parecer, pero aun así deseaba hablar con Valentín para explicar la situación.
-Me he reunido con el señor Navarro un par de veces, lo suficiente como para saber que no es un hombre irrazonable. Tampoco quiero ponerte en aprietos, Gerardo, así que consígueme su número, voy a hablar con él yo mismo.
«Ay, dios. Solo soy un productor. ¿Por qué tendría el número de una figura destacada como el de Valentín Navarro?» Gerardo había comenzado a alarmarse de nuevo cuando recordó la tarjeta de Soledad con el número de Valentín.
-Bueno, ya vuelvo con el número.
Después de correr de vuelta hacia el escenario, Gerardo se acercó a Soledad y le preguntó con cortesía:
—Señorita, ¿podría llamar al señor Navarro? El señor Silva quiere hablar con él.
Soledad enseguida se puso nerviosa por el pedido repentino. Una llamada a Valentín era todo lo que se necesitaba para exponer sus mentiras, y eso era algo que ella no podía permitir que sucediera. Comenzó a pensar y se le ocurrió una ¡dea. Valentín no tenía motivos para ayudar a Soledad, pero sería diferente con Ariadna. Después de todo, Ariadna lo había ayudado antes, y él le debía un favor. Soledad aclaró la garganta, y le dio la tarjeta a Gerardo.
—Dígale al señor Navarro que soy Solé y que quiero estar en su película. También le prometo que no lo decepcionaré.
Al ritmo que avanzaba todo, Soledad no tenía opción más que jugársela. Esperaba que Valentín supiera que Ariadna era Sol, que era muy parecido a su propio nombre, y que fuera a estar dispuesto a ayudar a Ariadna.
Después de terminar la llamada, Gerardo miró a Soledad, en esa oportunidad con más respeto.
-Señorita Solé, regrese. Le informaré más tarde de cualquier noticia.
-Claro -respondió Soledad antes de irse del teatro trotando.
Tenía que ocultar el entusiasmo en su voz, aunque estaba muy feliz con cómo había salido el plan. Soledad no podía creer que Valentín hubiera aceptado ayudar a Ariadna, y, aunque estaba contenta por ella, también sentía celos.
«No importa. Una vez que me vuelva famosa, Valentín se va a fijar en mí y me recordará. Se va a olvidar de Ariadna y solo se va a preocupar por mí. Debo tener paciencia y tomármelo con calma».
Una hora más tarde, en una cafetería enfrente del Teatro Medianoche, Samuel y Valentín estaban sentados frente a frente.
Samuel decidió ir al grano, y dijo: -Señor Navarro, me he encontrado dos veces con usted y sé que es un hombre razonable. Así que voy a ser directo con esto. Su amiga no tiene talento para la actuación, y no merece estar en mi película. Si insiste en que forme parte, se verá afectada la taquilla y las críticas serán negativas.

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