La organización del evento fue muy eficiente; al poco rato trajeron la terminal para que Petra pudiera pagar con su tarjeta, y de paso le entregaron el lote que acababa de ganar.
En cuanto firmó, la atención de Petra volvió a centrarse en el escenario, donde el subastador presentaba una nueva joya. Era un collar de gemas, la reliquia de su madre.
Sin pensarlo, levantó la paleta para pujar.
Esta vez Joaquín no se contuvo. Tras varios intercambios rápidos, de un momento a otro encendió la lámpara del techo, señal inequívoca de que iba con todo.
Un murmullo recorrió la sala, las voces bajitas iban de un rincón a otro.
Petra bajó la mano y dejó la paleta a un lado, rendida. Se levantó y tocó la mampara del privado contiguo.
Nadie abrió.
En ese instante, otra persona entró a la puja. En cuestión de minutos, el precio se disparó más allá de lo que el collar valía en realidad.
Al encender la lámpara, Joaquín declaraba públicamente que, sin importar lo alto que llegara la puja, él seguiría subiendo la oferta y aseguraba que no perdería el lote. No podía dar marcha atrás.
La subasta entró en su punto más intenso.
Al final, Joaquín se quedó con el collar por treinta millones de pesos.
Pero en sí, la joya no valía más de dos millones.
Belinda soltó un chasquido.
—¿Se volvió loco o qué?
Petra se frotó la frente, ya sin ánimos de seguir viendo el resto de la subasta.
—Ese collar era de mi madre. Necesito ir a hablar con él.
Belinda se puso de pie también.
—Voy contigo.
Petra negó con la cabeza.
—No hace falta, yo puedo sola.
Salió del privado y, casi al mismo tiempo, se abrieron las puertas de los dos salones contiguos.
Del lado izquierdo salió primero un grupo de personas. Al frente iba un hombre con camisa negra, y la luz cálida resaltaba la amplitud de sus hombros y su cintura delgada.
Detrás de él, varios hombres de negocios en traje lo seguían como si fueran su séquito. Él sonreía mientras caminaba, con una seguridad natural que atraía todas las miradas.
Su asistente llevaba el collar en las manos y, siguiendo la señal de Joaquín, se acercó a Benjamín.
—Señor Benjamín, nuestro Sr. Joaquín supo que le interesaba este collar y me pidió que se lo entregara como obsequio.
Treinta millones por la oportunidad de acercarse a Benjamín era una inversión más que rentable para Nexus Dynamics.
Joaquín siempre sabía cuándo apostar fuerte.
Benjamín miró el collar, luego bajó la vista hacia Petra con una expresión entre burlesca y desafiante.
—¿Esto es lo que ofrecen?
Nadie más entendió el trasfondo de sus palabras, pero Petra sintió que le ardían las mejillas.
La fuerza de su mirada la dejó sin palabras, incapaz de sostenerle la vista.
El asistente de Joaquín no supo qué hacer, con el collar en la mano que ya parecía pesarle toneladas. Ni podía entregarlo, ni podía llevárselo de vuelta.
Benjamín no lo tomó. En cambio, miró hacia Joaquín, que se encontraba a unos metros.
—Uno no debe quitarle a otro lo que más quiere. Se lo agradezco, señor Joaquín, pero mejor quédese usted con el collar.

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