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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 14

Belinda se acercó, observó el rostro pálido y delicado de Renata, y dejó escapar una risa suave.

—Señorita Renata, las mujeres como usted son un tesoro en el círculo de mi tío y sus amigos —comentó con una pizca de sarcasmo.

El tío de Belinda era famoso en San Miguel Antiguo por ser un tipo bastante mujeriego.

Renata tembló, se escondió detrás de Joaquín con miedo y, en silencio, dejó que las lágrimas rodaran por sus mejillas. Sus ojos estaban tan enrojecidos que daba pena verla.

Joaquín, sin dudarlo, levantó la mano y la protegió, poniéndose delante de ella con una mirada que podía cortar el aire.

—¡Petra! ¡Te pasaste! ¿Cuándo te volviste de esos que abusan del más débil? —soltó él, sin ocultar su enojo.

Petra respondió sin alterarse:

—Siempre he sido así. Nexus Dynamics llegó a donde está porque usé todos los métodos necesarios para dejar atrás a los rivales. ¿O qué creías?

El rostro de Joaquín se endureció aún más.

Petra prosiguió, con una media sonrisa:

—Señor Joaquín, ¿y tú, que ya tienes todo resuelto, con qué cara me juzgas? ¿Vienes de héroe o solo quieres quedar bien con la señorita?

Renata, con voz baja, tiró suavemente de la manga de Joaquín.

—Señor Joaquín, no se pelee con Petra por mi culpa. Me sentiría muy mal —susurró, con la voz temblorosa.

Con la intervención de Renata, los hombres que habían llegado con Joaquín trataron de calmar los ánimos.

—Señorita Calvo, nosotros los hombres estamos acostumbrados a bromear así. No se vaya a malinterpretar lo de Joaquín. Le juro que no hay nada entre ellos.

—Eso mismo. Si en serio pasara algo, Joaquín no tendría el valor de traer a Renata aquí frente a usted —agregó otro, buscando cubrir a su amigo.

El servilismo y las sonrisas falsas de los hombres hicieron que Petra se sintiera de pronto fastidiada.

Dicen que puedes conocer a una persona por el tipo de amigos que tiene, y esa frase nunca le había parecido tan precisa como ahora.

De golpe, perdió el interés de seguir discutiendo con Joaquín.

Todo lo que había planeado decir para desenmascarar a Renata se esfumó en un instante.

A fin de cuentas, ellos se merecen su propio caos. Mejor que cada quien siga su camino.

Petra, con voz tranquila, contestó:

—Ya hemos dejado claro lo de la división de bienes, así que mejor lo pregunto para que no haya confusiones. No vaya a ser que alguien te convenza y termines reclamándome todo porque no puedes decirle que no.

El ceño de Joaquín se frunció todavía más.

—Ya basta. Llévate lo que quieras. Considéralo un regalo mío.

Petra, sin inmutarse, agradeció con una leve inclinación y le indicó al personal que pusieran todo en su carro.

Renata permaneció a un lado de Joaquín en silencio, pero cuando vio uno de los brazaletes de jade, apretó los dientes con fuerza.

Joaquín bajó la mirada, y con voz seria ordenó:

—El brazalete de jade se queda.

Petra se detuvo, se giró con una sonrisa elegante y le contestó:

—Señor Joaquín, tú mismo dijiste que todo esto me lo regalaste de manera voluntaria. Así que, aunque no me guste, ahora me pertenece.

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