—Petra, ¿de quién era el carro del que acabas de bajarte?
Apenas dobló la esquina para entrar a Nexus Dynamics cuando vio a Petra descender de un carro de lujo. No alcanzó a distinguir la placa porque estaba lejos, pero por el modelo supo que era un Bentley, uno de esos que cuestan una fortuna.
—¿Y eso qué te importa? —Petra ni se molestó en fingir simpatía y presionó el botón de su piso en el elevador.
Las palabras de Petra lo dejaron sin respuesta y la incomodidad se reflejó en su cara.
—Estuvimos juntos siete años. No quiero que termines cayendo en manos de alguien que te lastime. Aunque sea solo como amigo, ¿no puedo preocuparme un poco por ti?
Joaquín sabía que si insistía, solo iba a detestarle más, así que decidió bajar el tono y buscar una manera de reconquistarla poco a poco.
Petra no pudo evitar reírse, pero fue una risa cargada de burla.
—Por favor, ni te acerques. No pienso ser tu amiga, ni nada que se le parezca.
El gesto de Joaquín se endureció. Mantuvo la voz baja, pero el enojo le brotaba.
—¿De verdad vas a seguir así, Petra?
—¿No entiendes cuando la gente te habla claro? —le soltó, sin molestarse en voltear a verlo.
A Joaquín se le marcó la incomodidad en la cara.
Petra, por si acaso, se hizo a un lado dentro del elevador, el cuerpo tenso, la mirada alerta.
Joaquín notó ese gesto y, aunque intentó acercar la mano, la dejó caer al costado, derrotado.
—¿Entonces para ti ya estoy sentenciado de por vida, o qué?
Su voz tenía un dejo de tristeza que intentaba ocultar.
—Sentenciado es poco —reviró Petra con sarcasmo—. Lo tuyo es pena de muerte, pero ni eso te haría justicia. Te tocaría algo peor: horca y desmembramiento.
El rostro de Joaquín se transformó, apretó los ojos con rabia contenida.
—No debimos llegar a esto.
—Pues deberías preguntarte por qué terminamos así.
Apenas terminó de decirlo, las puertas del elevador se abrieron.
—Tengo asuntos privados que tratar con mi hija. Los que no tienen nada que ver, afuera.
Joaquín se quedó helado.
En la oficina solo estaban ellos tres, así que el comentario era para él. No había duda.
Se le tensaron los músculos de la cara, pero aun así forzó una sonrisa y salió de la oficina, cerrando la puerta tras de sí.
Leo estaba en la entrada y, al ver que Joaquín intentaba pegar la oreja a la puerta, le puso la mano enfrente.
—Señor Joaquín, no es correcto andar escuchando detrás de la puerta.
Joaquín se puso serio, le lanzó una mirada de advertencia, pero no insistió para no quedar peor delante de los empleados.
Leo no se inmutó, llamó a Leandro para que se quedara vigilando la puerta.
Joaquín ya había tenido varios roces con Leandro y sabía bien que ese tipo no le tenía miedo, ni aunque él fuera el director ejecutivo de Nexus Dynamics. Mordió los labios, tragó su orgullo y se fue del lugar, frustrado.
En el fondo, se arrepentía más que nunca de haberse metido en ese lío con Renata Araya, y de haber arruinado todo con Petra.

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