Resumo de Capítulo 144 – Uma virada em ¡Por favor, sé mi pareja! de Internet
Capítulo 144 mergulha o leitor em uma jornada emocional dentro do universo de ¡Por favor, sé mi pareja!, escrito por Internet. Com traços marcantes da literatura Hombre lobo, este capítulo oferece um equilíbrio entre sentimento, tensão e revelações. Ideal para quem busca profundidade narrativa e conexões humanas reais.
Punto de vista de Riven
Nos fue muy bien en la cita. Zaden me llevó a un club y bailé con él o fue más como que me froté contra él, lo que causó que soltara un gruñido bajo, pero nadie lo escuchó por la música tan alta. Me encantó su reacción y la er*cción que estaba a punto de estallar en sus pantalones. Sin embargo, para nuestra mala suerte, todo lo bueno tenía que llegar a su fin, como esta noche.
Regresamos a casa y nos recibió el completo silencio. Era el turno de Caleb y Eduardo en la sala de vigilancia, así que no estábamos preocupados por esto. No obstante, Zaden llevó su tableta a nuestra habitación de todos modos para que pudiéramos ver la transmisión de las cámaras sin tener que estar en la sala de videovigilancia. Caminamos por el pasillo hacia nuestra habitación tomados de la mano y cerramos la puerta detrás de nosotros.
Primero, me quité las sandalias y luego el vestido. Caminé hacia el vestidor para sacar un camisón para ponerme. Podía sentir su mirada sobre mí a cada momento. Elegí mi camisón rojo de seda favorito y, cuando cerré el vestidor, vi a Zaden mientras me decía: “Sabes, antes te amaba por ser tan obstinada, pero ahora te amo mucho más por cómo vengaste la muerte de Wendy y por cómo tratas a todos los demás”.
Me paré frente a él, le di un beso en los labios y tomé su cara entre mis manos. “Todos sois mi familia y os trato como tal”.
Me abrazó con sus brazos gruesos y tiró de mí hacia él para poner su cabeza en mi pecho. “Nunca había conocido a alguien con tanta capacidad para amar a otros”.
Sonreí y respondí: “Entonces, no debes haber conocido a mucha gente agradable”.
Él sacudió la cabeza, indicando que tenía razón.
Coloqué mi camisón en la cama para poder quitarme las cintas adhesivas que me cubrían los pechos. Me gustaba que me cubrieran tan bien, pero la cinta se había adherido mejor de lo que había pesado. Tiré de los bordes con mucho cuidado, sintiendo cómo tiraba de mi piel. Esta sería una de esas situaciones en las que solo tenía que arrancarlo y esperar lo mejor. Sujeté una esquina y tiré con fuerza. La piel sensible se volvió de un rojo intenso y grité.
“Ahora o nunca”, me dije a mí misma y comencé a quitar la otra. “¡Ah! ¡Ay!”, exclamé en voz alta.
Zaden salió del baño después de haberse cepillado los dientes. “¿Qué pasó?”.
Lo miré irritada porque él ya sabía que había pasado. “Creo que acabo de perder dos capas de piel”.
Se acercó y me levantó los brazos para poder mirar. Entonces puso sus palmas aún mojadas por el agua del fregadero sobre ambos lugares. En un instante, me provocó una sensación refrescante que me alivió la irritación. Dejé escapar un suspiro de alivio y se rio entre dientes.
“Mujeres…”.
Levanté mi mirada hacia él y dije: “Parece que no te importó todo el esfuerzo que puse en mi apariencia para esta noche. Para mi mala suerte, todo este trabajo siempre viene con un precio”.
“Aprecio verte todos los días, es solo que no me gusta que estés dispuesta a arrancarte dos capas de piel solo para complacerme”.
Me reí. “Bueno, si no es por ti, ¿entonces por quién?”, dije en broma mientras caminaba a su lado en ropa interior para cepillarme los dientes en el baño.
Terminé de limpiarme los dientes en un instante y sequé el agua de mi cara. Luego abrí el agua caliente y agarré una toallita del armario. Me gustaba cómo me hacía ver el maquillaje, pero lo que no me gustaba era el acné que aparecía si no lo lavaba. Mojé la toalla y lo pasé varias veces por mi cara para quitarme el maquillaje de la piel. Me apliqué mi limpiador facial favorito, me enjuagué y ya estaba lista para ir a la cama. Me apresuré a soltarme el cabello, lo cepillé y lo acomodé en la parte superior de mi cabeza en un moño suelto y desordenado. Al final, me puse el camisón y regresé a la habitación.
De repente, sentí algo frío en mi pecho que hizo que mis p*zones se endurecieran más. Había cogido un cubito de hielo de su taza que estaba sobre la mesa y lo estaba frotando en círculos alrededor de mis pechos. Luego tomó un p*zón y lo introdujo en el calor de su boca mientras pasaba el hielo sobre el otro. Después, le hizo lo mismo que al otro. De repente, presionó mi p*zón entre sus dientes, moviendo su lengua sobre la punta y dejé escapar un fuerte grito ahogado mientras mis manos tiraban de mis ataduras. Soltó un suave gruñido y me di cuenta de que él sabía cuánto lo deseaba. Trazó un camino lento y frío con el mismo cubito de hielo desde el centro de mis pechos hasta pasar por lo largo de mi vientre y luego llegar a la parte superior de mi pelvis. Detrás del hielo, su lengua creó otro camino lento que me quemaba.
Entonces Zaden puso el cubo de hielo en su boca y lo llevó entre mis piernas, enviando deliciosas descargas por mi cuerpo.
“¿Qué me estás haciendo…?”. Jadeé de placer.
Respondió con una risita ronca y dijo, lamiéndome entre cada palabra: “Le… muestro… a… mi… compañera… cuánto… amo… lo… que… veo…”.
Aplicó fuerza con la punta de su lengua con velocidad y determinación sobre mi lugar especial. Mis espasmos continuaron a medida que mi cuerpo se calentaba más y más. De pronto, cambió de su lengua a su dedo para poder acercar su boca a la mía y sofocar mis gritos por el org*smo que estaba teniendo. De esta manera, no molestaríamos a nuestros amigos en la habitación de al lado. Ni siquiera tuve un momento para recuperar el aliento por completo antes de que Zaden me levantara de las caderas hacia las suyas y entrara en mí.
“Así es como me haces sentir todos los días”, dijo mientras entraba y salía a paso lento. “Me provocas todas estas…”. Respiró, “sensaciones abrumadoras…”. Dio otro empujón y volvió a respirar, “cuando me miras a los ojos”.
Se quedó en silencio. Su ritmo decayó un poco cuando aceleró y luego salió de mi interior. Después, me dio la vuelta sobre el colchón, de modo que quedé de rodillas con el pecho sobre el colchón y mis manos ahora estaban cruzadas en el aire mientras seguía atada al poste de la cama. Se deslizó de nuevo en mi interior, y empujó más fuerte y más rápido. Esta vez, no podía sofocar mis gemidos y gritos. Sentí un calor familiar acumulándose más y más hasta que nos inundó a ambos y se derrumbó sobre mí.
“M*erda…”, fue todo lo que pude decir entre mi respiración agitada cuando comenzó a desatar mis muñecas.
“Parece que te has estado conteniendo todo este tiempo”. Me reí.
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