Resumo de Capítulo 169 – ¡Por favor, sé mi pareja! por Internet
Em Capítulo 169, um capítulo marcante do aclamado romance de Hombre lobo ¡Por favor, sé mi pareja!, escrito por Internet, os leitores são levados mais fundo em uma trama repleta de emoção, conflito e transformação. Este capítulo apresenta desenvolvimentos essenciais e reviravoltas que o tornam leitura obrigatória. Seja você um novo leitor ou um fã fiel, esta parte oferece momentos inesquecíveis que definem a essência de ¡Por favor, sé mi pareja!.
Punto de vista de Zaden
¡Estaba muy confundido! Miré a mi alrededor, todas vestían la misma ropa y lucían iguales.
¡Puaj!
Las conté y me di cuenta de que había un total de 25 Rivens de pie frente a mí.
“Zaden, ¿por qué lo piensas tanto? ¿No me reconoces? ¡¡Soy tu compañera!!”, dijo una de ellas.
“No, no la escuches, Zaden. Yo soy la verdadera”, intervino una segunda.
Otra vino corriendo hacia mí y me abrazó. “Zaden, por favor, escúchame. Tenemos que irnos ahora mismo o quedarás atrapado aquí para siempre”.
“¡¡Cerrad la boca!! ¡Ni siquiera sé a quién creerle!”, exclamé.
“Tienes que creerme a mí, la que está a tu lado es falsa”, dijo otra que estaba de pie frente a mí.
“Tic-tac, tic-tac. ¡El tiempo corre, Zaden!”, exclamó la voz, que me estaba comenzando a irritar.
Noté que la Riven que me estaba abrazando era demasiado fuerte y, la última vez que había hablado con ella, su voz parecía débil. Entonces, concluí que esta no era la real.
Me giré para mirarla y tomé su mano. Ella sonrió, pero faltaba esa chispa en su mirada. Estaba seguro de que no era mi Riven.
“Luces como ella, pero no eres la verdadera”, dije y su sonrisa se convirtió en un ceño fruncido.
De inmediato, se convirtió en un humo negro.
“Vale, una menos, pero faltan 24. ¿Estás seguro de que podrás hacerlo?”, preguntó la voz.
“Lo lograré”, respondí confiado, pero mi confianza se acabó cuando vi a las Riven multiplicándose frente a mis ojos. Casi se me salieron los ojos cuando me di cuenta de que ahora había al menos cientos de ellas de pie frente a mí.
“¿Todavía crees que lo lograrás?”, dijo la voz con burla.
“Sé que puedo y lo haré”, respondí.
“Pero ¿por qué no suenas seguro? En fin, elige la correcta o sométete ante mí”.
Seguí buscando a mi alrededor a “mi Riven”.
“No caigas en su trampa, la oscuridad…”. Una comenzó a hablar.
“No la escuches, lo dice para confundirte”, interrumpió otra.
Miré a mi alrededor y comencé a marearme por tantas voces.
“¡¡Ya basta!! ¡¡Cerrad la m*ldita boca!!”, grité.
Entonces, todas se quedaron en silencio.
Ahora era el momento adecuado para buscar a mi compañera. Mi Riven estaría furiosa de verme aquí y me pediría que me fuera. Ninguna de ellas estaba reaccionando como ella, pero no podía estar seguro.
Eché un vistazo a cada rostro. Todas me miraban, observando cada uno de mis movimientos.
¡El tiempo seguía corriendo y ni siquiera estaba seguro de si mi Riven estaba aquí!
A todas les faltaba algo, no sabía qué, pero ninguna de ellas me daba esa sensación… que me hace sentir feliz y que… hacía que se me acelerara el corazón, la sensación de… de estar en casa.
Era más difícil porque no tenía a Henrar para que me ayudara a identificarla. Las chispas y su aroma me ayudarían, pero sin mi lobo era imposible.
No podía arriesgarme. No sabía con certeza cuál era la real. Caminé alrededor y las miré de cerca. Algunas me sonrieron, otras me fruncieron el ceño o trataron de abrazarme, pero ninguna podía hacerme sentir lo que sentía cuando estaba con mi Riven.
“Pequeña compañera, ¿dónde estás?”, pregunté.
“Estoy aquí, Zaden”, una respondió. Miré alrededor de nuevo y noté que me estaba ofreciendo su mano, pero no la tomé porque sabía que esta no era mi compañera.
Cerré los ojos y respiré hondo. Tenía miedo de decir en voz alta que no era la real porque solo haría que aumentara la cantidad de Rivens. La voz de la oscuridad o de esa cosa demoníaca no me dejaría ganar con tanta facilidad.
Me di la vuelta una vez más y volví a pensar en todo este asunto. De repente, todo tuvo sentido.
De repente, sentí que algo me empujó hacia otro lado donde también estaba lleno de oscuridad. Miré alrededor, pero no había nadie. Era como si todo aquí estuviera muerto.
“¡¡¿Riven?!! ¡Riven, mi amor!”, grité.
“¡Pequeña!”, exclamé una y otra vez.
“Riven, mi amor, respóndeme si estás aquí”. Intenté llamarla de nuevo.
Corrí y corrí en una dirección desconocida, siguiendo un tirón que sentía en mi interior, pero no podía ver nada. Me había asegurado de revisar todas las direcciones. Sin embargo, algo me decía que este camino me llevaría a mi verdadero destino, mi compañera.
“Zaden, apresúrate. El tiempo corre y se despertará pronto”. Escuché la voz de Lillian, así que aceleré el paso y casi tropecé con mis propios pies.
De un momento a otro, escuché a alguien jadeando por aire. Caminé hacia el sonido y por fin observé una pequeña figura acurrucada en una esquina. Lucía tan pequeña e irreconocible desde donde estaba. No me sorprendería si la hubiera pasado por alto, confundiéndola con alguien más. Sus ojos se encontraban hinchados por las lágrimas y sus labios estaban secos, pero todavía lucían besables. Además, su cabello estaba desordenado y no dejaba de temblar. Su labio inferior temblaba por el frío y se movía de un lado a otro, supuse que en busca de algo de calor.
Antes de que una lágrima escapara de sus ojos, corrí hacia donde yacía, me agaché para sujetar sus manos frías y tiré de ella a mis brazos. Me sentía aliviado. Por fin la tenía en mis brazos. Mi Riven, mi compañera predestinada.
“Lo siento mucho, mi amor. No pude comunicarme contigo antes”, dije en voz baja.
Ella no me respondió. Me di cuenta de que su cuerpo estaba tenso contra el mío y retrocedí para sujetar su mejilla. “Riven, ¿estás bien?”. Observé cada centímetro y grieta de su rostro. No obstante, sus cejas comenzaron a temblar, al igual que su labio inferior y me empujó lejos de ella.
“No me toques”, dijo en voz baja.
Me reí de sus payasadas. Era mi obstinada y pequeña compañera.
“¿Por qué me empujas? Mi amor, mírame, soy yo. Vine por ti”. Traté de convencerla. Quería mirar esos hermosos ojos que siempre lograban quitarme el aliento.
“No eres real, solo eres otra ilusión. Estoy segura. No me toques, no te acerques a mí”, respondió sin pensar ni mirarme.
Me dolía el corazón verla así. Había estado en este lugar por tanto tiempo que estaba a punto de perder la cordura. Ahora, me sentía mucho más inútil. Debí haber probado esto antes. Ella estaba en esta condición por mi culpa.
“Mi amor, mírame. Soy real, estoy contigo. Por favor, no me empujes”. Giré su rostro hacia mí poco a poco, pero cerró los ojos, aún creyendo que era una ilusión.
Sin pensarlo, hice lo que moría por hacer durante tantos días. Volqué todas mis emociones en un beso y ella jadeó bajó mis labios.
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