¡Por favor, sé mi pareja! romance Capítulo 37

Se me detuvo la respiración al sentir su cuerpo tan cerca del mío.

“Mentirosa.”

“¿Disculpa?”

“Eres una mentirosa. No puedes culparme por lo que pasó ni lo harás. Aunque te hubiera dicho lo que estaba pasando, no te habrías quedado quieta. Es tu forma de ser. Habrías hecho la misma es*pidez que hiciste esta noche.” Él hervía de ira.

Me quedé inmóvil, mirándolo. No me gritó ni me agarró como lo habría hecho en una situación así. Tan solo me miró. Su voz sonaba desalmada y fría. No estaba enojado conmigo, estaba decepcionado. Aunque tenía razón, no me habría quedado quieta y habría insistido en que me llevara con él.

“Tienes razón.”

Me observó confundido.

“¿Qué…?”

“Tienes razón, te habría insistido en que me llevaras contigo. Perdón si pensé que, como tu compañera y pronto como la Luna de esta manada, debía conocer las tierras y el olor de sus miembros. Perdón si pensé por un momento que ser tu Luna significaba que gobernaría contigo, pero ahora me doy cuenta de que quieres que me quede detrás de ti, no a tu lado.”

“Espe…”

“No.” Lo interrumpí de nuevo

“De verdad lo lamento, tienes razón. Habría insistido en que me llevaras contigo porque eres mi compañero y pensé que lo que sea que se interponga en ‘nuestro’ camino, lo enfrentaríamos juntos. Perdón.”

Se quedó perplejo por un momento y aproveché que estaba distraído para salir de su agarre. No tenía mucho que decir, era todo. Mis lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas cuando todo lo que había pasado me golpeó de repente. No lloraba porque estaba decepcionado de mí, sino porque no confiaba en mí. No necesitaba que él me cuidara, sentía que habíamos vuelto al lugar donde comenzamos. Nunca había confiado en mí y nunca lo haría. Solo quería una Luna, no una compañera. Si hubiera querido, me habría transformado frente a él y lo habría callado, pero no habría tenido la oportunidad de saber lo que sentía por mí en realidad.

Al menos ahora sabía que no importaba cuánto lo intentara, nunca me reconocería como su compañera, la otra mitad de su alma, su igual. El avance en nuestra relación había sido solo una ilusión, significaba todo para mí, pero nada para él. Mis lágrimas seguían cayendo y me sentía est*pida por estar llorando y desperdiciando mis lágrimas por una persona que no se las merecía.

Trató de acercarse, pero me alejé de él. No quería que me tocara nunca más. Ahora que sabía cuál era mi lugar, solo actuaría como la madre de la manada y nada más.

Cuando estábamos lejos el uno del otro, miré su pecho descubierto. No podía ver ninguna herida abierta.

“¿Estás bien?” Pregunté.

Me miró con las cejas enarcadas. “Yo debería hacerte esa pregunta, pero sí, estoy bien.”

Asentí y vi como unas hojas caían de mi cabello. Debía estar hecha un desastre en este momento. Me acompañó de regreso a la habitación y dejé correr el agua para tomar una ducha.

No me sorprendió que me dejara entrar sin hacer un alboroto y que me dijera que me tomara mi tiempo. El agua no estaba hirviendo, pero estaba tan caliente como para hacer que mi piel hormigueara al contacto.