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REY DE ESPADAS. La novia forzada romance Capítulo 5

CAPÍTULO 5. Promesas y espadas

Raven lo miró con sorpresa. Tenía los ojos húmedos, pero se tragó las lágrimas. Había estado tan aterrada en los últimos dos días que lo que menos había esperado era un defensor. Pero en silla de ruedas o sin ella, tal parecía que Rowan Harrelson era capaz de hacer arder el mundo con una mirada.

—Bien hecho —dijo aclarándose la garganta mientras lo miraba a los ojos—. No me gustan los términos medios.

Rowan sonrió con una satisfacción silenciosa y la cena continuó con más tensión de la que se esperaba. Raven se sentía observada desde todos los ángulos, pero al parecer la incomodidad que el jefe de la casa había puesto sobre todos era la verdadera protagonista. No hablaban mucho, pero había una comunicación muda que empezaba a gestarse. Él la estudiaba, y ella también a él. Y ninguno de los dos tenía idea de por qué el otro estaba aceptando aquella situación.

Cuando terminaron, los sirvientes comenzaron a levantar la mesa. Raven se sentía agotada, física y mentalmente, solo quería un poco de silencio para pensar; y a la vez estaba aterrada de quedarse sola en aquella casa.

Y entonces Rowan soltó otra bomba que hizo que a todos se les helara la sonrisa en la cara.

—Rick, lleva las cosas de Raven a mi habitación —ordenó sin titubeos.

Aurora alzó una ceja y Ulises, directamente, se levantó de su asiento.

—¿Qué? ¿Cómo que a tu… a tu habitación? —protestó con tono indignado, pero su tío lo miró directo a los ojos, como si solo con eso pudiera hacerlo arrodillarse.

—¿Y eso a ti qué importa? —replicó sin inmutarse.

A Ulises le trastabillaron las palabras en la boca, era evidente que no había esperado que su tío tetrapléjico se llevara a Raven a su habitación la primera noche.

—Bueno… es que todavía no se han casado… —intentó decir.

—Estamos en el siglo XXI y ella es mi prometida. Tú usas mi casa como pasarela de putas y yo no me meto en eso. ¿Algo más que acotar?

Raven parpadeó aturdida porque aquel hombre de verdad no se aguantaba la lengua. Lo había visto poner en su sitio a Ulises y a la zorra de Rosela sin sudar, y no podía negar que con eso se había ganado su aprecio instantáneo.

Los vio darse la vuelta y largarse. Ulises iba con los labios apretados, como si fuera a explotar, mientras Rosela lo seguía con expresión ofendida.

Y Raven no sabía qué hacer. La orden de Rowan era clara, y ella, con el cuerpo aún dolorido y la mente nublada, no tenía más remedio que obedecer. No podía permitirse un enfrentamiento, en especial sin saber cómo enfrentarse a aquel hombre.

Así que, con pasos vacilantes, lo siguió hacia su habitación, que resultó ser mucho más que una simple pieza con cama y baño. Era una enorme suite, con dos habitaciones, un área de estar con muebles elegantes y ventanales enormes que dejaban entrar la luz de los jardines.

Mientras entraba, recordó una conversación que había escuchado sin querer: Rowan no era solo un tetrapléjico a quien todos cuidaban con lástima, sino el verdadero dueño de la fortuna de los Harrelson. Aurora y Ulises, a pesar de su altanería, eran solo accionistas minoritarios en comparación con él.

Y eso solo le creaba más dudas. ¿Cuál era el juego? ¿Cuál era el plan? ¿Qué se estaba perdiendo?

—No te pongas nerviosa —Y aquella voz ronca, aunque tenía intención de calmarla, solo logró hacer que se sobresaltara, dándose la vuelta y quedandose parada como un maniquí en medio de la estancia—. No es como si pudiera hacerte algo, ni siquiera puedo moverme.

Raven pasó saliva y tanteó con la mano hasta sentarse en uno de los sofás, justo frente a él. Había algo diferente en Rowan Harrelson, algo que la hacía olvidar que era un hombre débil, pero a la vez parecía tener un corazón sincero hasta extremos peligrosos.

CAPÍTULO 5. Promesas y espadas 1

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