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Siete Años para Olvidar romance Capítulo 108

Al tocar el tema, Mirella no pudo evitar que se le humedecieran los ojos; su voz tembló con la emoción contenida.

—Si te llega a pasar algo grave, ¿qué va a hacer mi mamá? ¿Y yo qué voy a hacer?

Cuando el papá de Andrés López falleció, Mirella apenas iba en la primaria y la señora López ya tenía problemas de salud. De la noche a la mañana, todo el peso de la familia recayó sobre Andrés, convirtiéndose en el único sostén para ellas dos. Por eso Mirella reaccionaba así, porque sabía lo que estaba en juego.

Daisy abrazó a Mirella para consolarla.

—No te preocupes, yo lo voy a estar vigilando. De verdad, no tienes que angustiarte tanto.

Después de tranquilizarla, Daisy por fin pudo enterarse de lo que pasaba.

—¿Cómo que andas haciendo el trabajo de diez personas tú solo? —La seriedad en el rostro de Daisy imponía respeto.

—Tampoco es para tanto —intentó esquivar Andrés, haciéndose el desentendido.

Pero Mirella no iba a dejarlo salirse con la suya.

—¿Por qué crees si no? ¡Por ahorrarse unos pesos! ¡Quiere recortar gastos a toda costa!

Al escuchar eso, a Daisy se le revolvió el estómago. Aunque Mirella no entró en detalles, Daisy entendió enseguida. Andrés, sabiendo que ella no tenía mucho dinero y sin haber conseguido inversionistas nuevos, se había impuesto la carga de reducir gastos y así la protegía… aun a costa de sí mismo.

Daisy miró a Andrés con el ceño arrugado, y él, viéndose descubierto, no tuvo más remedio que explicarse.

—El salario de los ingenieros está por las nubes, así de simple. Cualquier técnico pide mínimo un millón al año. Es demasiado para nosotros. Y sin el apoyo de nuevos inversionistas, pues hago lo que puedo. Si yo sé hacer algo, mejor lo hago yo…

—¿Hacer “lo que puedes”? Ya casi te avientas todos los puestos técnicos tú solo —le soltó Mirella, sin dejarlo escapar.

—No exageres —reviró Andrés, intentando no preocupar a Daisy.

En realidad, durante todo ese tiempo, había ocultado la situación del taller a Daisy. No quería que ella se estuviera mortificando. Pero su colapso por exceso de trabajo había destapado la verdad.

Le insistió varias veces que podía quedarse solo, que no era necesario que una chica estuviera ahí cuidándolo.

...

Al salir del hospital, Daisy se topó con la lluvia persistente. Ya era de noche, la temperatura había bajado y el ambiente se sentía aún más helado.

Se subió a su carro y, tras varios minutos de duda, abrió WhatsApp. Había borrado todo rastro de Oliver en su teléfono, incluso los mensajes guardados durante siete años. El contacto que alguna vez estuvo fijo en la parte superior de sus chats, ahora ni siquiera aparecía en la lista reciente.

Aun así, para escribirle, buscó su nombre en la agenda. Aquellas conversaciones que tanto le había costado dejar atrás, ahora eran solo un vacío en la pantalla. Nada, solo espacio en blanco. Así, como su relación en ese momento.

Daisy le mandó un mensaje a Oliver:

[¿Estás ahí, presidente Aguilar?]

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