—¿Qué pasa? —Vanesa alzó la mirada justo en el momento en que notó la expresión extraña de Oliver, así que no pudo evitar preguntarle con preocupación.
Oliver sacó la carta de renuncia y la arrojó al cajón con desgano.
—Nada, ya terminé aquí. Vamos a comer.
—Va —respondió Vanesa, que no podía ocultar la ilusión de compartir la cena con él.
...
Daisy llegó puntual a la puerta de llegadas en el aeropuerto.
Apenas Yeray cruzó la puerta, la vio de inmediato.
—De verdad viniste por mí —comentó Yeray, con una sonrisa de oreja a oreja.
Daisy también rio.
—Te lo prometí, ¿cómo iba a quedar mal?
—Así me gusta —dijo Yeray, y ambos, entre bromas y carcajadas, salieron juntos del aeropuerto.
Daisy ya tenía reservación en un restaurante. En cuanto lo recogió, se fueron directo para allá en el carro.
Llegaron justo a la hora de la comida y el lugar estaba lleno de gente disfrutando sus platillos.
Ya sentados, Daisy le explicó a Yeray cuáles eran los platillos más recomendados del lugar.
Yeray parecía encantado, aunque se sorprendió al notar que Daisy solo pedía comidas ligeras.
—Oye, según yo, antes eras fan de lo picante, ¿no? —le preguntó, con una ceja levantada.
Daisy suspiró y explicó:
—Mi estómago anda mal desde hace un par de años. El doctor me prohibió el picante. Así que para cuidarme, puro platillo suave.
—Con razón andas tan flaca —replicó Yeray, arrugando la frente—. Me acuerdo que la primera vez que te vi en casa del profe, tenías la cara súper redonda.
La miró de arriba abajo, exagerando el gesto.
—Ahora pareces esqueleto, Daisy.
—¿Y qué tiene? ¿No prefieres así?
—¡Para nada! —aventó Yeray—. Hay que cuidarte bien.
Dicho esto, llamó al mesero y pidió todos los platillos del menú que ayudaban al estómago.
Daisy intentó detenerlo, pero ya era tarde.
—¡Oye, no voy a poder con tanta comida!
—¡No te preocupes! Yo te ayudo. ¡No sabes lo que fue aguantar la comida de allá! Después de años comiendo pura comida extranjera, cada vez que regreso, lo primero que hago es correr a comer platillos de acá. ¡No sabes cómo los extraño!
Ambos siguieron platicando y riendo, el ambiente era ligero y lleno de complicidad.
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