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Siete Años para Olvidar romance Capítulo 54

Ahora queda claro: la experiencia sí hace la diferencia. La mirada de mamá siempre llegaba más lejos que la suya.

—¡Ya entendí! —Vanesa estaba de tan buen humor que hasta parecía que el aire alrededor flotaba.

...

La operación de Cintia estaba programada para el viernes.

Daisy llegó temprano al hospital. En estos días iba diario a la oficina, pero tan pronto terminaba con el trabajo pendiente, se las ingeniaba para venir al hospital con el pretexto de organizar la fiesta de celebración.

En realidad, esas fiestas siempre las había manejado Daisy; ya tenía callo, así que no era necesario que estuviera encima de todo.

Por eso, la mayoría del tiempo lo pasaba acompañando a Cintia en el hospital.

Cintia, preocupada, no dejaba de decirle que no quería que, por estar cuidándola, Daisy descuidara su chamba.

Pero Daisy siempre le respondía que Oliver le había dado permiso de ausentarse.

Eso sí que le agradaba a Cintia, quien no tardaba en elogiar a Oliver por ser tan considerado.

Aunque Daisy, por dentro, no podía evitar burlarse. Sí, Oliver era atento, pero solo cuando se trataba de Vanesa.

Cintia preguntaba casi todos los días por Oliver.

Daisy siempre salía con la misma excusa: que estaba saturado de trabajo.

Mientras preparaban a Cintia para la cirugía, volvió a preguntar por él.

Daisy repitió el mismo cuento:

—Anda ocupado, mamá. Cuando tenga un chance, seguro viene.

Pero esa vez, Cintia se mostró algo apesadumbrada:

—Solo me preocupa no salir de esta...

—¡Mamá! —Daisy la interrumpió rápido—. ¡No digas eso! Vas a estar bien, te lo prometo.

—Bueno.

En ese momento, Yeray llegó con unas vitaminas para Cintia.

Como ella no lo conocía, Daisy se apresuró a decirle que era su amigo, así que no preguntó más.

Yeray la acompañó mientras llevaban a Cintia al quirófano.

Daisy le dio las gracias.

Pero Yeray frunció la boca, fingiendo molestia:

—¿A poco me vas a salir con formalidades?

—Bien sabes que no es por ahí —replicó Daisy, resignada.

—Sí... —Vanesa aspiró por la nariz, conteniendo las lágrimas mientras sus ojos brillaban, tan vulnerable que cualquiera hubiera querido abrazarla.

Daisy regresó con café y se topó con esa escena justo al doblar el pasillo.

La mujer, con la cabeza gacha y los ojos vidriosos, parecía estarle contando sus penas a su pareja.

El hombre, con una mano en la espalda de ella, la consolaba con palabras suaves y un gesto protector.

Una estampa de lo más romántica.

Si al menos no estuvieran estorbando el paso...

—¿Me dejan pasar? —Daisy interrumpió de golpe, rompiendo el clima de telenovela.

Vanesa se apresuró a secarse los ojos y, al fijarse bien en Daisy, se quedó pasmada.

—¿Ayala?

Oliver también reconoció a Daisy en ese momento. Arrugó la frente, claramente incómodo, con un tono muy distinto al que le había dirigido a Vanesa.

—¿Y tú qué haces aquí?

Daisy, por reflejo, estuvo a punto de soltarle una respuesta mordaz: ¿Acaso el hospital es tuyo?

Pero luego cayó en cuenta... Oliver sí había invertido en ese hospital.

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