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Siete Años para Olvidar romance Capítulo 65

—Daisy, ¿sabes el impacto que tiene llamar a la policía en la empresa? —Oliver cambió el semblante de inmediato.

Daisy lo tenía claro.

Pero, ¿y eso qué? ¿Qué tenía que ver con ella?

Ese ya no era el Grupo Prestige que le importaba. No había razón alguna para que siguiera sacrificándose por ellos.

Así que, con la voz firme, contestó:

—Solo quiero limpiar mi nombre.

Tal vez era la primera vez que Daisy mostraba una actitud tan decidida, porque Oliver, por una vez en la vida, se quedó sin palabras.

El ambiente se tensó, el silencio se volvió pesado.

Daisy le devolvió el celular a Vanesa.

Ni se le pasó por la cabeza pedirle permiso a Oliver, tampoco esperaba que en ese momento él se pusiera de su lado.

Solo podía salvarse ella misma.

Así que, sin dudarlo, Daisy marcó a la policía.

Vanesa se puso nerviosa y murmuró:

—Oli, ya llamó a la policía, mejor regresa de inmediato.

Oliver y los agentes llegaron casi al mismo tiempo.

Seguro Oliver temía que Vanesa saliera perjudicada, por eso llegó corriendo desde afuera.

Daisy le contó todo a los policías tal cual, pidiéndoles que investigaran bien y le ayudaran a demostrar su inocencia.

Como no había cámaras dentro del almacén, los policías sugirieron hacer pruebas técnicas, como comparar huellas dactilares. Podía ser tardado, pero al menos serviría para identificar al verdadero responsable.

El problema era que se necesitaba la autorización del dueño del vestido.

Al final, la decisión recaía en Oliver.

Vanesa, de manera instintiva, se acercó a Oliver y le susurró:

—Oli, esto puede volverse un problema grande, hay que pensar primero en el impacto para la empresa.

El semblante de Oliver se endureció, una mezcla de hielo y tensión lo cubrió mientras recorría la sala con la mirada hasta posar los ojos en Daisy.

Ella no pudo evitar estremecerse.

—Disculpen, esto es un asunto interno de la empresa, nosotros lo vamos a resolver. Gracias por venir —declaró Oliver al fin.

¡Mucho menos a Oliver!

¿Por qué tenía que aguantar? ¿Por qué tenía que ceder?

En ese instante, Daisy era como un erizo con todas las púas de punta, lista para defenderse de cualquiera, incluso de Oliver.

Eso lo desconcertó.

Era como si estuviera viendo a una desconocida.

La Daisy de sus recuerdos siempre era sumisa, nunca peleaba, siempre pensaba en los demás antes que en ella, y ponía la reputación del Grupo Prestige por encima de la suya.

Miguel nunca había visto una discusión así entre Daisy y Oliver. El susto le quitó hasta las ganas de respirar.

El ambiente se cortaba con cuchillo, hasta que Vanesa intervino en el momento justo:

—Ya, Oli, tal vez sí estamos acusando injustamente a Ayala, por eso está tan molesta.

—Después de tantos años siendo tu secretaria, lo normal es que confíes en ella y no quieras hacer pruebas técnicas. La verdad, ya da igual quién tenga la culpa. Mejor dejémoslo así.

Daisy la miró y, por primera vez, se dio cuenta de lo feo que puede ser el corazón de una persona.

Qué jugada tan astuta: parecía que la defendía, pero en realidad dejaba caer sospechas en cada palabra.

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