La mención de Cintia la tomó tan desprevenida que Daisy sintió cómo el piso se le abría bajo los pies. No solo la dejó sin palabras, sino que además la hizo sentir completamente expuesta.
Ni siquiera se atrevió a mirar la reacción de Oliver.
Le preocupaba que Oliver se hiciera ideas, pero al mismo tiempo temía que él la desenmascarara.
Por suerte, Oliver sabía actuar bien. Solo guardó silencio un instante antes de responder, sin prisa ni apuro:
—No he pensado en eso todavía.
El corazón de Daisy se detuvo un segundo.
¿No lo había pensado aún, o en realidad jamás había contemplado la idea de casarse con ella?
Por un instante, Daisy estuvo a punto de arruinar la actuación.
Pero Oliver levantó la mirada y le preguntó:
—¿Y tú, Daisy? ¿Cómo te gustaría que fuera la boda?
Al notar la mirada curiosa de Cintia sobre ella, Daisy evitó rápidamente el contacto visual con Oliver y respondió sin pensar demasiado:
—Pues… una boda al estilo tradicional. Siento que esas ceremonias tienen más significado.
Cintia se emocionó de inmediato:
—¡A mí también me encantaría una boda así! Con todos los rituales, el compromiso formal, que todos vean el valor de la unión. Creo que eso muestra lo importante que es el matrimonio.
Oliver seguía platicando con Cintia sobre las bodas, pero Daisy ya estaba en otro mundo, sus pensamientos volaban lejos de esa conversación.
Por suerte, Oliver no se quedó mucho tiempo. Cuando anunció que debía irse, Daisy respiró aliviada en silencio.
Ni siquiera alcanzó a despedirse con un “que te vaya bien”, porque Cintia la apresuró para que acompañara a Oliver hasta la puerta.
Y, claro, había que seguir fingiendo. Daisy no tuvo más remedio que poner cara de drama y simular una despedida nostálgica junto a Oliver.
Apenas salieron de la habitación, Daisy cambió el semblante. No quería seguir actuando ni un segundo más.
—Presidente Aguilar, buen viaje. No te acompaño más allá.
La reacción de Daisy hizo que Oliver soltara una carcajada incrédula, casi burlona.
—¿Quién te enseñó a dar la espalda tan rápido después de cruzar el río?
—Desde que empecé a trabajar contigo, ¿tú qué crees? —le respondió Daisy, con un tono irónico y mordaz.
—Y eso que no te he enseñado ni la mitad de lo que sé.
Daisy ya no era una adolescente ingenua. Entendía perfectamente las insinuaciones de Oliver.
Pero antes de que pudiera responder, el celular de Oliver sonó.
Él contestó delante de Daisy, sus ojos perdieron cualquier rastro de emoción, aunque su voz sonó suave:
Así era Oliver: sin que uno se diera cuenta, podía clavarle un puñal a cualquiera.
Cuando Daisy regresó a la habitación, encontró a Cintia mirando algo en el celular. Al verla entrar, Cintia la llamó con entusiasmo:
—¡Daisy, ven a ver este video de bodas! Es una ceremonia tradicional, súper creativa. Seguro a ustedes, los jóvenes, les encantaría. El día de tu boda me pondría un vestido elegante y asistiría con todo el orgullo de ser la mamá de la novia.
Daisy no tuvo corazón para interrumpir las ilusiones de su madre y solo la escuchó en silencio.
Cintia describía la boda con entusiasmo, pero al notar que Daisy no reaccionaba, la miró con preocupación.
—Daisy, ¿por qué te ves tan pálida?
Daisy apoyó la cara en la mano de Cintia y suspiró sin poder aguantarse:
—Mamá, tus manos están tan calientitas.
Cerró los ojos, para que Cintia no pudiera ver la tormenta de emociones en su mirada.
Cintia le acarició la cara con ternura.
—Más bien, tú tienes la cara helada.
Daisy se quedó con Cintia un rato más y luego se levantó para irse a casa.
Al día siguiente era la fiesta de celebración, así que debía levantarse temprano para ayudar con los preparativos en el hotel. Por eso, no podía quedarse a cuidar a Cintia esa noche.

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