POV NOEL
Despierto y sonrío como una tonta, después de recordar la mejor noche de toda mi vida, en los brazos de un hombre. Me giro para verlo; sin embargo, el no encontrarlo, me sorprende.
—¿Demetrius? —llamo, pero nadie contesta.
Me levanto de la cama, me coloco su camisa y voy hacia el balcón de la habitación (el cual estaba abierto), pero tampoco lo encuentro ahí.
—Qué extraño, ¿a dónde se habrá ido? Apenas son las 5… —susurro al sonreír, mientras vuelvo a la cama para colocarme el vestido y así ir a ver a Valentina cuanto antes.
Termino, salgo de la habitación y cuando voy a empezar a bajar por las escaleras, lo veo entrar por la puerta principal.
—¿Demetrius?
—Noel…
—Pero… ¿qué hacías afuera tan temprano? —pregunto divertida al mirarlo y bajar a su encuentro—. Un momento, ¿te fuiste a correr?
—Sí, lo siento, yo… —lo callo con un beso; y él me lo recibe.
Coloca sus manos en mi cintura delicadamente, mientras explora mi boca con su lengua y labios. Yo me entrego por completo a su beso y llevo mis manos por debajo de su polo para acariciar su abdomen; no obstante, él me detiene de inmediato.
—¿Qué pasa?
—Debo subir; ya debo ir a cambiarme para ir a trabajar.
—Aún es muy temprano, Demetrius —musito extrañada por su rara actitud.
—Sí… tengo que llegar temprano hoy —explica algo serio.
—No entiendo
—Son negocios con unos socios importantes. Debo subir; ahora no puedo explicar
—Pero, Demetrius…
Me quedo con la palabra en la boca mientras lo veo subir rápidamente por las escaleras y desaparecer por el pasillo izquierdo.
Su actitud me deja desconcertada y con ganas de escuchar explicaciones; sin embargo, no lo sigo, ya que tenía que ir a ver a Valentina y; además, no podía reclamarle nada, puesto que él y yo no teníamos relación formal alguna aún.
—De todas maneras, tendré que hablar contigo, Demetrius Hills —sentencio para después ir a la habitación y encontrarme con mi hija recién despertándose y la enfermera sentada a un lado de su cama, durmiendo.
Sonrío al ver a la mujer así, puesto que yo también pasaba por lo mismo cada noche.
—Mi amor, buenos días —susurro; y mi hija bosteza muy suave—. Ya estoy aquí, bebé…
—Señora, discúlpeme, no la sentí entrar —escucho la voz de la enfermera; y me giro a verla.
—Descuide. Ya puede retirarse —sonrío—. Muchas gracias por siempre cuidar a mi hija muy bien.
—Es un placer, señora.
—Vaya a descansar.
—¿No se le ofrece nada?
—Mmmm…creo que sí
—Dígame
—¿La puede cuidar mientras yo me ducho rápidamente?
—Claro que sí —contesta y, después, tomo un vestido limpio e ingreso al baño para ducharme.
Salgo rápido, ya vestida y limpia; y la enfermera se marcha. Me quedo a solas con mi hija y, luego de un rato, salimos a desayunar al comedor, pues una mucama había venido a avisarnos que Demetrius nos esperaba.
Llegamos a la mesa y él estaba ahí sentado. Como siempre, Valentina se alegra de verlo y quiere tirarse en los brazos del hombre. Él sonríe al ver a mi hija desesperada para después venir a mi encuentro y tomarla en brazos.
—Buenos días…
—Buenos días, Noel...
Tomamos nuestros asientos y las mucamas nos empiezan a servir el desayuno.
Demetrius juega con mi hija y luego me la entrega. Valentina ya había desayunado antes, así que estaba llena.
—¿Qué tienes por hacer hoy? —me pregunta de pronto; y yo me quedo callada por unos segundos.
—Jugaré con Valentina, le leeré unos libros y después…
—¿Después?
—Después comenzaré a estudiar…
—¿Estudiar?
—Sí, son… cursos gratis por internet. Estudio junto a Valentina…
—¿Y qué estás estudiando?
—Es un curso de negocios…
—¿Te gusta?
—Me parece entretenido e interesante
—¿Desde hace cuánto llevas cursos?
—Muy poco tiempo —contesto formal.
—Bien…, entiendo… —exhala cansado.
Mientras tanto, yo solo me limito a seguir desayunando.
—Perdóname por lo de esta mañana.
—No quiero hablar de ello frente a Valentina. Es una bebé, pero percibe las emociones…
—Entiendo…, pero… debemos hablar
—Sí, supongo que sí…
—No debí comportarme así…
—Por favor —lo miro a sus ojos grises—, ahora no, Demetrius…
—Está bien… —contesta.
Luego, un silencio incómodo inunda el comedor.
—Si te gustan los negocios, podrías ir a la empresa y practicar. Incluso, si deseas, puedes ira al área legal, que es la que más manejas
—¿Estás hablando en serio? —pregunto emocionada e interesada, puesto que, desde hace varios días, la idea de volver a trabajar había estado rondando mi cabeza.
—Claro —responde al mirarme fijamente y, en ese instante, recuerdo lo ocurrido hace unas horas.
—Lo pensaré
—Sigues molesta y tienes toda la razón
—Dije que no ahora
—La enfermera puede hacerse cargo de Valentina. Aún sigue en la casa
—¿Aún sigue en la casa? —cuestiono extrañada; y él se muestra incómodo—. ¿Por qué sigue en la casa? Le dije que ya podía retirarse.
—Tenía miedo de salir muy temprano…
—La pudo llevar el chofer; siempre lo hace…
—Ella aún está aquí. ¿podrías dejarla con ella un momento para que podamos conversar por favor?
—No…
—Noel…
—Demetrius, no. No es el momento. Yo aún estoy molesta, no quiero discutir.
—La conversación es para eso…
—No, no quiero y es mi última palabra —respondo seria.
Luego, me pongo de pie y em marcho de la mesa junto a mi hija,
Minutos después, Demetrius se va a trabajar y yo me quedo a solas con Valentina, en la enorme mansión (la cual no conocíamos por completo). Durante toda la mañana, estuve pensando en las posibles explicaciones que él me daría ante la extraña actitud que tuvo conmigo cuando nos encontramos en la puerta principal, pero no había una buena excusa para lo que había hecho. Pareciese como si… el sexo no le hubiese gustado y ahora quisiera evitarme para tener que hablar del tema, sino… ¿por qué otro motivo preferiría salir de la cama para ir a correr y luego regresar y no hacer nada más que alejarme de sí?
—¿O es que ya estoy pensando demasiado, Valentina? ¿Tú qué crees? ¿Piensas que puede haber una buena excusa? ¿Crees que hice mal en no escucharlo? —exhalo pesadamente mientras mi hija me mira y sonríe.
Yo sonrío también y la abrazo muy fuerte.
—Te amo, mi pequeño girasol. Ya van a ser las 5 de la tarde. Él sale a esta hora… ¿lo vamos a ver? ¿crees que se moleste? —pregunto; y mi hija sonríe—. ¿Vamos a ver a Demetrius? —propongo; y con tan solo escuchar su nombre, Valentina se alegra—. Eso es un sí… —suspiro—. Tal vez, sí necesite escucharlo y darle una oportunidad —concreto y, sin más, llevo a mi hija a nuestra habitación y nos cambiamos para ir al trabajo de Demetrius.
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