Una madre soltera para el CEO millonario romance Capítulo 4

POV NOEL

Los días se pasan muy rápido y yo ya me sentía muchísimo mejor. También me alegraba saber que mi Valentina estaba sanita y, sobre todo, que estaba bien cuidada. No había pasado por frío, ay que la casa era muy cálida y tampoco pasaba por hambre, puesto que aquí me alimentaban muy bien y yo la alimentaba a ella como se debía.

—¿Quién es la niña más linda? ¿Quién? Siiii… tú, mi amor. Tú eres la niña más hermosa en toda la historia —susurro al tenerla entre mis brazos.

Yo ya me encontraba vestida y lista para salir al jardín trasero de la enorme mansión en la que me encontraba. Aún no la conocía bien, ya que no había decidido explorarla, pero de seguro muy pronto lo haría. Claro, solo debía recordar la cláusula de no pasar a su lado de la casa y tampoco me acercaría al salón que unía ambas partes.

—Ah… y tampoco el piano —me recuerdo—. Sí, el hombre es muy extraño, mi amor, pero nos ayudó, así que… debemos cumplir con nuestra parte del trato.

—Señora

—¿Sí?

—Ya es hora.

—Gracias. ¿Dónde está la enfermera?

—Aquí estoy, señora.

—Por favor, cuídela muy bien. Seguro demoraré unas horas. Cualquier cosa que suceda, por favor, no dude en ir a…

—Su hija estará bien, señora. No se preocupe.

—Bien… —miro a mi hija y le doy un beso— cuídate, mi amor. Yo regreso en unas horitas —concluyo; y se la entrego a la enfermera.

Luego, salgo del lugar y soy guiada por la mucama hasta el lugar donde me casaría con un completo desconocido. Solo sabía su nombre por la ficha de datos que me dieron en la mañana.

Cuando llego al jardín, la orquesta sinfónica empieza a tocar el Ave María. Yo hago mi ingreso, muy nerviosa, bajo la atenta mirada de muchas personas que parecían ser muy importantes, así como de la atención de muchos periodistas (quienes me fotografiaban como si fuese yo una estrella de Hollywood).

Mis piernas me temblaban, pero no me dejé vencer por mi nerviosismo, solo caminé hasta el altar y me coloqué a su lado. Él me mira y, sutilmente, se acerca a mí.

—Sonría —musita en forma de orden; y yo obedezco.

—Perdón —le pido, pero él no hace más que tomar mi mano y dirigir su mirada al juez.

La ceremonia da inicio y llega ese momento en el que todo se decide.

—SÍ, ACEPTO —articula él, muy seguro, al mirarme.

—Señorita Noel Varksov, ¿acepta usted a Demetrius Hills, para amarlo y respetarlo, en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe? —completa; y yo me quedo en absoluto silencio y sin saber qué responder.

De pronto, en el jardín se levantan murmullos y me doy cuenta de que es por mi silencio.

—¿Señorita Varksov?

—Sí, sí, perdón —musito nerviosa al ver al hombre de ojos grises que me acompañaba a mi lado.

La boda 1

La boda 2

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