POV NOEL
«El Levriant», pienso con tristeza y decepción al recordar las innumerables cenas románticas que tuve, en este lugar, con… Mezz
—¿Pasamos? —escucho la voz del hombre de ojos grises que me acompañaba en esta ocasión; y dirijo mi mirada hacia él.
—Sí, claro —respondo cortés; y empezamos a caminar hacia el interior.
Dentro de aquel, el anfitrión nos empieza a dirigir a nuestra mesa. Yo voy observando el restaurante y este, al igual que siempre, se mantenía hermoso; no obstante, el ser el centro de atención de muchas personas curiosas, quienes me regalaban miradas de desprecio, hizo que me sintiera muy incómoda al instante.
—¿Todo bien? —escucho la grave voz de mi acompañante.
—Sí, todo bien —contesto; y le sonrío gentil.
Lo último que deseaba, en este momento, era arruinar la noche del hombre que nos mantenía protegidas a mi hija y a mí.
—Sabe mentir
—¿Qué dice? —pregunto cuando de repente, él se detiene intempestivamente—, pero… ¿qué pasa?
—Solo guarde silencio —menciona serio; y se da media vuelta para quedar frente a la mayoría de los comensales del Levriant.
—Pero… ¿qué pretende hacer?
—Callar los murmullos
—Por favor, por favor, no lo haga —le pido al mirarlo suplicante.
—Están hablando de usted.
—Lo sé —contesto cansada del mismo tema—. Lo sé…
—Alguien debe callarlos.
—Por favor, no lo haga. No deseo conflictos esta noche y, mucho menos, que los asuma usted. Por favor, solo vayamos a nuestra mesa y disfrutemos de la cena.
—No puedo dejar pasar esto por alto, señorita Varksov.
—Por favor, se lo pido, vayamos a nuestra mesa —suplico una vez más, pero él parece no querer acceder a mi petición—. Por favor, señor Hills, se lo suplico, vayamos a nuestra mesa.
—Está bien —contesta muy serio—, pero igual esto no se quedará así. Me encargaré después —precisa; y yo me sorprendo, pero no iba a preguntar l respecto.
Lo único que deseaba era llegar a nuestra mesa y estar muy alejada del nido de víboras que murmullaba.
—¿Por qué no quiso que interviniera? —me pregunta de pronto, mientras seguimos caminando hasta el segundo piso.
—Porque ya estoy cansada de lo mismo. Desde que empezó el escándalo mundial de corrupción sobre mi padre, lo único que hice fue acostumbrarme al acoso de la gente en la calle. En fin…, son las consecuencias de tener un padre corrupto.
—¿Está diciéndome que Yadiel Varksov, su padre, es culpable de todo lo que se le acusa? —cuestiona de repente; y mis alarmas se encienden.
Me detengo intempestivamente; y me suelto de su brazo para después observarlo con desconfianza.
—Relájese, Noel. Sé que usted no tiene nada que ver en lso negocios de su padre.
—¿Cómo podría creerle?
—Retírese por favor, yo ya conozco la mesa —le ordena al anfitrión del restaurante.
Ya a solas, vuelve a mirarme fijamente.
—¿Por qué debería creerle? —arremeto inmediatamente—. ¿Sabe algo? Ahora que lo pienso, todo esto está muy extraño.
—¿Qué es lo que dice?
—Que todo esto está muy extraño. Primero, usted me salva de morir. Luego, trae a mi hija conmigo, me propone un trato y me pide que me mantenga muy lejos de usted y ahora…, de una forma muy repentina y extraña… ¿me invita a cenar?
—Noel
—NO, NO ME DIGA NOEL Y SÍ; TODO ESTO ME RESULTA MUY EXTRAÑO —concluyo al mirarlo desconfiada—- ¿Quién es usted? ¿Por qué me salvó? ¿Cuál es su verdadero interés?
—Noel
—Señorita Varksov para usted —aclaro a la defensiva; y aquel parece sorprenderse por ello.
—Está bien…, señorita Varksov —repite muy serio al endurecer su mirada.
—¿Qué es lo que busca de mí? Exijo que me diga la verdad
—Primero, le voy a pedir que se calme, porque créame, una de mis virtudes no es la paciencia.
—¿QUIÉN ES USTED Y QUÉ BUSCA?
—No busco nada en particular y, por favor, cálmese. Estaremos en una zona privada, pero, aun así, alguien podría oírnos —demanda con cierta molestia.
—ESTOY CALMADA
—PUES NO LO PARECE
—Hable ya o, de verdad, perderé la paciencia.
—¿Estoy hablando con una niña acaso?
—Está hablando con una madre que hará hasta lo imposible para que no la separen de su hija.
—YO NO LA ESTOY AMENAZANDO CON HACER ESO
—¿COLABORA USTED CON LA POLICÍA?
—¿Qué está diciendo? —cuestiona incrédulo.
—LO QUE OYÓ. ¿COLABORA USTED CON ALGUIEN?
—Por favor, ya cálmese —me pide fastidiado al pretender acercarse a mí, pero yo abro mi cartera y…— PERO ¿QUÉ ES LO QUE ESTÁ HACIENDO?
—Nadie va a separarme de mi hija.
—No podemos quedarnos aquí ni un solo segundo… ¡MIERDA! —grito estupefacta cuando lo veo a él, parado frente a la puerta de la habitación de mi hija y acompañado de 2 hombres más— Pe…, pe… pero cómo… cómo pudo… cómo pudo llegar an…
—Sencillo, un atajo. Y continuando la interesante conversación que estábamos teniendo en el Levriant, debo decirle que tiene usted razón. Es todo muy extraño.
—¿Qué? —cuestiono aún impactada.
—Todo es muy extraño y es cierto. Yo no aparecí en su vida por pura casualidad; ya la había investigado antes y ¿sabe por qué?... Por la sencilla razón de que yo no metería a mi casa a una desconocida y MUCHO MENOS a una delincuente.
—¿Qué dice?
—Conozco la investigación que hay en contra de su padre. Debo decir que es un hombre muy astuto. Por más culpable que sea, no hay nada que lo incrimine de ninguno de los delitos que se le acusan —menciona con cierta rabia—. Hombre astuto y… usted es igual.
—YO NO SOY COMO MI PADRE.
—Me refería a que era astuta y… muy valiente —menciona al caminar hacia mí.
—No se acerque…
—¿O qué?
—O…
Pretendo sacar mi arma, pero él me gana en rapidez y me quita mi cartera para tirarla por donde sea y terminar por arrinconarme contra la pared.
—UNA SOLA VEZ, SEÑORITA VARKSOV —parece amenazar—. UNA SOLA VEZ LE PERMITÍ QUE ME APUNTARA CON UN ARMA; PERO CRÉAME, NO HABRÁ SEGUNDA.
—Ah… —me quejo cuando ha tomado mis muñecas con fuerza y las ha alzado por encima de mi cabeza.
—Ahora, usted y yo tenemos una conversación y una cena pendiente.
—NO. Tengo que ver a mi hija primero.
—ESO SERÁ DESPUÉS, VAMOS
—¡NO! ¡NO PIENSO SEPARARME DE MI HIJA! —forcejeo.
—¡Y YO NO PIENSO CUMPLIRLE UN SOLO CAPRICHO A LA MUJER QUE SE ATREVIÓ A APUNTARME CON UN ARMA! —señala fastidiado.
—¡PERO QUÉ HACE! ¡SUÉLTEME! —grito cuando me ha levantado como un costal de papas y me ha colocado sobre su hombro—. ¡MIERDA! ¡BÁJEME!
—CÁLLESE.
—¡SUÉLTEME! ¡PATÁN! —golpeo su espalda—. ¡QUIERO VER A MI HIJA!
—¡LA VERÁ DESPUÉS!
—¡BÁJEME! ¡SE LO ORDENO! —grito.
De pronto, me quedo callada al sentir que me había nalgueado—. ¡PERO QUÉ CARAJOS CREE QUE HACE?!
—CALLARLA —contesta muy molesto, al continuar llevándome sin ningún tipo de delicadeza.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Una madre soltera para el CEO millonario