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Una madre soltera para el CEO millonario romance Capítulo 8

POV NOEL

—Si intenta hacerle algo a mi hija; si tan solo le pone un solo dedo encima, yo no des…

—Yo no le haré nada a su hija. AHORA CIERRE ESA BOCA Y ESCÚCHEME

—A MÍ NADIE ME DA ÓRDENES.

—Y A MÍ NO ME INTIMIDA LA PATALETA DE UNA MUJER DE 25 QUE SE COMPORTA COMO UNA ESTUDIANTE DE BACHILLERATO. Guarde silencio porque la poca paciencia que aún me queda se está terminando.

—Desáteme

—NO HARÉ ESO; y ahora escúcheme

—¿Por qué nos rescató? ¿Qué es lo que verdaderamente busca de nosotras?

—Nada en especial.

—¿Ah no? ¿Cómo es eso de que me investigó? ¿Cómo es que afirma saber que yo no tengo nada que ver en los negocios de mi padre? ¿Por qué me estaba siguiendo?

—¿Qué es lo que dice?

—Es demasiada casualidad que haya estado en el preciso instante en el que esos tipos me encontraron y se llevaron a mi hija. ¿QUIÉN ES USTED? ¿QUÉ BUSCA…, señor Hills?

—Primero, que guarde silencio —precisa muy serio al ponerse de pie e ir hacia donde estaba una barra para servirse… whiskey.

—HABLE YA

—Segundo, señorita Varksov, usted no está en la m@ldita posición de darme órdenes, así que cállese y escuche.

—No p

—CÁLLESE —demanda al mirarme con… ¿rencor? — Me va a terminar volviendo loco con su pataleta e interrogatorio.

—Entonces responda

—SÍ, YO LA MANDÉ A INVESTIGAR

—¿Por qué?

—Ya le dije que no iba a meter, en mi casa, a una desconocida y mucho menos a una delincuente.

—¿Por qué mi hija y yo?

—Solo la necesitaba a usted.

—¿Por qué?

—Necesito una esposa

—¿No pudo conseguir una de otra forma?

—Solo necesito a alguien que…

—¿Qué? CONTINÚE, TERMINE LO QUE PENSABA DECIR.

—Solo necesitaba a alguien y supe de usted.

—NO ESTÁ RESPONDIENDO A MI PREGUNTA

—DEBERÍA BAJAR ESE TONO DE VOZ. DESPUÉS DE TODO, ESTÁ BAJO LA PROTECCIÓN DEL HOMBRE QUE LE SALVÓ LA VIDA Y QUIEN LE TRAJO DE VUELTA A SU HIJA.

—Y siempre le agradeceré eso, pero si…

—“PERO SI”… NADA. BAJE EL TONO DE VOZ Y CONVERSEMOS COMO DOS ADULTOS —puntualiza al regresar hacia su escritorio, colocar una copa de whiskey frente a mí y, finalmente, sentarse.

—No puedo tomar whiskey.

—Ah sí, lo olvidaba —señala; y se pone de pie para desatarme las manos—. Ahora ya puede.

—Claro que no. Doy de lactar a mi hija; no puedo. Cuando se case…

—Ya me casé

—Bueno, cuando tenga una esposa verdadera

—Usted es de verdad

—ME REFIERO A CUANDO FORME UNA FAMILIA CON LA MUJER QUE AMA —articulo exasperada; y él endurece su gesto.

—¿Qué pasa con eso?

—Cuando usted llegue a tener un hijo o una hija con la mujer que ama, estará más familiarizado con estas cosas.

—Sí sé que no puede beber alcohol

—¿Entonces por qué lo ofrece?

—¿Qué? —cuestiono confundida.

—Yo no obligo a nadie a quedarse. Puede irse, pero sí debo advertirle que, al salir de mi casa, su protección corre por su propia cuenta. Yo ya no me encargaré de eso. Mis hombres también tienen familias que los esperan y…, aunque quisiera, no puedo ponerlos en riesgo por una mujer poco sensata como usted. Si algo les pasara, no sabría que decirles a sus esposas, sus hijos o, incluso, algunos ya tienen nietos. Váyase; no hay problema, pero no podré protegerla.

—¿Está hablando en serio? ¿Puedo irme?

—Ya lo dije, señorita Varksov. Yo no obligo a nadie a quedarse —repite; y, en ese instante, comienzo a caminar hacia la salida bajo su atenta mirada.

Al salir de lo que parecía ser su despacho, empiezo a dirigirme hasta la habitación que compartía con Valentina y comienzo a alistar nuestras cosas.

Con todo listo, la tomo en mis brazos y voy hacia la salida de la mansión. Abro la puerta con desconfianza y, finalmente, salgo de ella. Ahora estoy en el jardín, siendo observada por agentes de seguridad que antes no habían estado aquí.

—Dios… —murmuro con miedo.

—Varksov —oigo su imponente voz; y me giro a verlo

—Dígame…

—Le servirá en algo —señala al darme un fajo de billetes.

—No, yo no aceptaré eso.

—No lo haga por usted; hágalo por su hija. Necesitará pañales y todo lo demás. Acepte el dinero. Cuando pueda, me lo paga.

—Yo…

—Solo tómelo

—No puedo; no lo haré.

—De todas maneras, ahí lo tiene —menciona serio al colocarlo en mi maletín (en el cual tenía las cosas de Valentina) —. Buen viaje… —agrega; y luego, regresa hasta la puerta— ABRAN LAS PUERTAS —ordena muy serio; y sus hombres obedecen.

Ante ello, camino hacia la salida de la propiedad y salgo cuando, de repente, Valentina empieza a llorar.

—Tranquila, mi amor, estaremos bien —susurro para calmarla, pero es inútil.

«Dios, qué frío», pienso al empezar a temblar.

«Espero no estar equivocándome», concreto en mi mente; y comienzo a caminar sin rumbo mientras abrigo más a mi hija.

Me hubiera gustado quedarme, pero Hills, aunque nos haya salvado, no dejaba de darme mucha desconfianza, así que no podía quedarme ahí… con miedo a que, en cualquier momento, me apartaran de mi hija o algo por el estilo.

No podía arriesgarme…, no podía hacerlo.

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