Entrar Via

¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé. romance Capítulo 109

Capítulo ciento nueve: Alguien me está siguiendo

“Narra Sofia Galanis”

Siento un recorrido de besos en mi piel y sonrío aún somnolienta. Me estiro antes de dar una vuelta en la cama para quedar boca arriba, con el cuerpo de mi esposo encima.

—Buenos días, querida esposa —dice antes de tomar mi boca con el hambre matutino activo.

Mis manos recorren su espalda desnuda en tanto su entrepierna dura como una roca roza la mía anhelante. Ni siquiera he despertado del todo y ya le deseo.

Desde que conocí a Apolo Galanis muchas cosas en mi vida cambiaron y terminé descubriendo una Sofia que no tenía idea de que habitaba en mí. Hoy soy más madura, decidida, segura de mí misma, una excelente madre y sí, también soy una depredadora sexual hambrienta de mi marido.

No quiero juegos preliminares, esta mañana me encuentro lo suficiente desesperada como para ser torturada con sus lentas caricias. La cuarentena oficialmente ha llegado a su fin y a mí me apetece algo rápido y potente y se lo demuestro con el frenético baile de mis caderas, ansiando encontrarse con la parte de su cuerpo que tanto necesita.

Él capta la indirecta al vuelo y sin más preámbulos, entra en mí de una estocada. Las acometidas se tornan dolorosamente lentas en un principio, pero a medida que el nudo de sensaciones crece, mi marido aumenta la velocidad. Mi espalda se arquea como respuesta a sus envites y corre a su encuentro, una y otra y otra vez.

Mis ojos no se apartan de los suyos en ningún momento, mis manos buscan sus hombros, su cintura, sus mejillas traseras… cualquier fragmento de piel al cual aferrarse para mantener el ritmo.

—No te contengas, querida esposa —se impone con una fuerte embestida—. No reprimas esos gemidos que tanto me gustan escuchar. Vamos, Sofia, dame lo que te pido.

Como si mi cuerpo cobrara vida por sí mismo y le obedeciera solo a él, comienzo a gemir sin control. Un reguero de frases al azar sin sentido alguno escapa de mi boca y al final, cuando me siento a punto de morir debido a tanto placer, me corro gritando su nombre.

Lo siento dejarse ir unos pocos segundos más tarde antes de tirarse encima de mí. Puede que me esté aplastando con su peso, pero ahora mismo me da igual. Me encuentro en una dimensión paralela donde todavía disfruto de los espasmos ocasionados por el éxtasis.

»¿No tienes nada que decirme? —inquiere no sé cuánto tiempo después mientras mordisquea mi barbilla.

—¿Mmmm? —ronroneo confundida para luego alzar la vista y perderme en el azul profundo de sus ojos. Entonces, caigo en cuenta—. Ah, buenos días, mi querido esposo.

—Así me gusta —me regala una ardiente sonrisa antes de besarme con excesiva suavidad. Este es mi marido, va de extremo a extremo, pero yo adoro cada faceta suya.

—¿Qué hora es? —ronroneo entre beso y beso.

—La seis y media —responde él antes de liberarme y salir de la cama de un salto—. Yo tengo que irme, pero tú puedes seguir durmiendo.

—¿Y Ezzia?

—La bebé tiene suficientes personas para cuidarla —se acerca a besar mi frente antes de dirigirse a la ducha.

—Vale, entonces dormiré un ratito más —concilio acurrucándome en su lado de la cama para poder aspirar su aroma.

Apenas soy consciente del sonido del agua al caer, o del beso que deja en mi mejilla antes de escuchar en mis sueños el sonido de la puerta al cerrarse. Con el cuidado de la niña por el día y tanta actividad cada vez que me encuentro a solas con mi esposo, apenas consigo dormir unas pocas horas al día. Ya me he acostumbrado, pero si tengo la oportunidad de echarme por un rato más no la desaprovecharé.

Despierto casi dos horas después, pasadas las ocho de la mañana y me coloco el pijama para ir directo a la cocina.

—Buenos días, señora Galanis —me saluda Robert, el mayordomo, apenas me ve, mientras la cocinerna me recibe con el ya acostumbrado jugo de naranja en la mano.

—Buenos días, Robert —acepto el líquido fresquito a esta hora de la mañana—. ¿Alguien sabe dónde está mi hija?

—De eso nada —salta a la velocidad de la luz con gesto serio—. Nos iremos las dos.

—Pero…

—Sin peros —me interrumpe. Ya veo que la determinación viene de familia—. A Ezzia la cuidará la niñera y todo el personal de la casa. Así que no quiero protestas porque tú y yo tendremos un día de mujeres. Quiero conocerte mejor, Sofia, reponer mi comportamiento de antes. Déjame hacerlo.

—Está bien —suspiro resignada antes de besar la frente de mi hija—. Entonces, iré a ducharme.

—No demores —advierte con una expresión bastante amenazante al mismo tiempo que toma a la bebé en brazos—. Te esperaré abajo.

Media hora después, estamos atravesando la verja de la propiedad en una camioneta cuatro por cuatro, con otras dos rodeándonos.

Desde que ponemos un pie en la primera tienda, me convierto en la esclava de mi suegra. Ropa, zapatos, bragas y todo tipo de accesorios llueven a montones. Por suerte tenemos un ejército de hombres detrás para llevarnos las interminables bolsas de compras.

Ver a los sujetos con expresiones fieras e incluso algunas armas a la vista, rodeados de bolsas de colores me resulta muy gracioso. Soldados o guardaespaldas entrenados para la guerra convertidos en mandaderos.

Río ante mis propias bromas en tanto cruzo la calle para ir a una tienda de lencería. Cassia camina delante de mí parloteando sin cesar como un loro. Me pregunto cómo es que logra respirar entre frase y frase sin hacer pausas.

Yo la sigo detrás divertida… hasta que una sensación extraña me recorre el cuerpo.

Miro de un lado al otro sin encontrar nada sospechoso. Los escoltas, al percatarse de mi nerviosismo, imitan mis acciones, pero tampoco hallan nada fuera de lo normal y asienten en mi dirección para darme seguridad. Me mantengo caminando intentando ignorar la sensación, sin embargo, no lo consigo.

Mi sexto sentido no me engaña: alguien me está siguiendo.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé.