Capítulo ciento ocho: Unidos por el Destino
"Narra Sofía Galanis"
Por muchas veces que le escuche confesarme su amor, aún me sigue sorprendiendo como el primer día. Me cuesta crees que después de darme tantas veces contra la pared, haya encontrado la felicidad con el desconocido con el que me vi involucrada por culpa de mi despreciable hermana. Mi vida era un completo desastre... hasta que llegó él para ordenar las piezas paso por paso. Por supuesto, para llegar ahí primero tuvo que poner mi mundo de cabeza.
»Tú y yo estamos unidos por el destino, Sofía Galanis —una mano se posa sobre mi clavícula, palpa, acaricia y comienza a bajar con una tortuosa lentitud hasta detenerse en la unión de mis pechos. Allí, extiende sus dedos en toda su amplitud para abarcar la mayor cantidad de terreno posible—. Después de haberme conocido, no encontrarás a nadie que te perturbe con su simple presencia.
Atrapa la cima de uno y masajea a su antojo y mientras que la otra mano sostiene mi peso, su boca se pasea por la piel de mis hombros, nuca y orejas. Cada movimiento resulta tan erótico que llega a poner a prueba la resistencia y cordura de cualquiera.
»Después de haber sido tocada por mí —sus dedos expertos se trasladan a la otra cima para darle la misma atención—, nadie te acelerará la respiración como lo hago yo con mi simple tacto —los dedos descienden por mi estómago y se cuelan entre mis muslos. Ni siquiera tengo idea de cómo estoy consiguiendo respirar en estos instantes—. Después de haber sido poseída por mí, absolutamente nadie podrá darte una mínima gota de placer.
Mi nudo palpita y él no duda en atraparlo entre dos de sus dígitos, para jugar conmigo a su antojo.
—Apolo... —jadeo enloquecida.
No sé por qué razón se queja sobre los cuarenta días de abstinencia, si conoce tantas maneras de llevarnos a los dos al borde de la locura y lanzarnos al abismo de placer.
—No sentirás absolutamente nada con ningún hombre que no sea yo, Sofía —aumenta los agonizantes movimientos en tanto jadeo sin control. Círculos, líneas, cuadrados...; sus dedos dibujan todas las jodidas figuras geométricas en mi sexo—. Y por supuesto, jamás alcanzarás el éxtasis con ninguno de ellos. Tu boca es solo mía, tu piel, tu cuerpo, tu vida... Toda tú eres única y exclusivamente mía, ¿lo entiendes?
De un momento agarra mi mandíbula y me obliga a abrir los ojos para contemplar nuestras figuras en el espejo antes de repetir la pregunta.
Ahora mismo somos el vivo retrato de la lujuria, la pasión, del amor...
—Lo entiendo —afirmo con la voz enronquecida debido al deseo, pero firme.
Entonces, me da la vuelta para empujarme contra la pared y aprisionar mi boca sin delicadeza alguna.
—El día en que dijiste «sí quiero», firmaste tu sentencia de prisión cadena perpetua —todo mi cuerpo tiembla y temo que mis piernas no puedan sostenerme al sentirme a punto de colapsar—. Estás condenada a que solo yo pueda hacerte sentir. Sin mí no eres más que un cascarón vacío.
Con un inesperado movimiento, invierto nuestras posiciones, me adueño de sus labios hasta perder todo el oxígeno en mis pulmones y sin apartar la mirada de sus ojos azules como el hielo, pero ardientes como el infierno, bajo por su cuerpo hasta quedar de rodillas frente a su instrumento esculpido por los dioses del sexo.
Ahora sí, estoy lista para amarlo con mis labios.
Es una suerte que la bañera automática mantenga la temperatura del agua, puesto que terminamos unas horas después. Y aún acostados, vencidos por el agotamiento físico luego de alimentar a Ezzianne por segunda vez en la noche y sabiendo que dentro de otras tres horas volverá a despertarnos, no nos saciamos ni por asomo.
Sin embargo, la tapa emocionalmente especial culmina cuando mi marido entra en el salón a la mañana siguiente seguido de mi suegro con un semblante bastante serio.
—¿Sucede algo? —pregunto preocupada, poniéndome en pie al instante.
—Hay un problema con el trabajo, debo viajar a las afueras de la ciudad de inmediato.
No sé a ciencia cierta de dónde provienen las extrañas sensaciones que me invaden, pero presiento que se avecinan problemas.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé.