Florecer en Cenizas romance Capítulo 112

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Al día siguiente, cuando Fabiola despertó, Agustín ya no estaba en la habitación.

La cama a su lado se sentía fría, así que era evidente que él se había levantado hacía rato.

Con la espalda adolorida y la cintura quejándose, Fabiola se incorporó con cuidado, por un momento pensó que la noche anterior la había atropellado un carro.

Echó un vistazo al pasillo y luego al salón, pero Agustín no apareció por ningún lado… tampoco había desayuno en la mesa.

Esto la hizo sentir un poco vacía.

Normalmente, Agustín era muy detallista: cada vez que pasaban la noche juntos, él preparaba el desayuno y la esperaba para comer juntos.

Pero ese día, nada de nada.

Mientras se lavaba la cara y los dientes, Fabiola sintió un nudo en el estómago. ¿Habría hecho algo anoche que molestara a Agustín?

—Clac—

La puerta se abrió. Agustín entró vestido con ropa deportiva, todavía sudando; a todas luces, venía de hacer ejercicio.

Fabiola dejó el cepillo de dientes y enjuagó la boca. Antes de que pudiera decir palabra, Agustín le tomó la cara entre las manos y la besó.

...

Fabiola lo miró desconcertada, notando que él estaba un poco serio, como si llevara una nube encima.

—¿Por qué tan temprano? —preguntó Agustín al separarse, con voz grave.

—¿Fuiste al gimnasio? —respondió Fabiola, entre sorprendida y admirada. Le asombraba lo disciplinado que era.

—No, fui a pelearme con tu ex. —contestó Agustín, medio en broma, medio hablando muy en serio, con esa manera suya tan despreocupada.

Fabiola se quedó boquiabierta. Solo entonces notó que él tenía una cortadita en la comisura de los labios.

—¿Peleaste? —preguntó ella, incrédula.

—Un loco por ahí, atacando a la gente en la mañana. —repuso Agustín como si no fuera gran cosa.

Fabiola respiró hondo. ¿Así que Agustín y Sebastián se habían enfrentado? Menudo espectáculo se había perdido.

—¿Por qué siento que te decepciona no haber visto la pelea? —dijo Agustín, revolviéndole el cabello con una naturalidad que la hizo sentir como una perrita consentida.

Fabiola lo miró con ojos de reproche y murmuró:

—No tenía derecho a golpearte, él debería disculparse contigo.