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Florecer en Cenizas romance Capítulo 117

Fabiola se quedó en blanco por un momento, y con su cuchara tomó un poco del postre y se lo ofreció a Agustín.

—¿Quieres probar? —preguntó, y apenas lo dijo, se arrepintió.

Quiso retirar la mano, pero Agustín la sujetó con firmeza.

Fabiola lo miró sorprendida, y antes de que pudiera reaccionar, él ya había probado el postre directamente de su cuchara…

El corazón de Fabiola latía tan rápido que casi podía escucharlo. Hasta las orejas se le pusieron rojas.

Este tipo… siempre hacía cosas que podían prestarse a malentendidos.

No era de extrañar que Paulina estuviera tan preocupada de que Fabiola se enamorara de Agustín. ¿Esto no era una especie de versión moderna de galán irresponsable?

Lo curioso era que Agustín ni por asomo se imaginaba lo que pasaba por la cabeza de Fabiola. Mucho menos que, por comerse una cucharada de su postre, ya lo había convertido en un galán de esos que sólo causan problemas…

—Agustín, si no consigo embarazarme, el abuelo seguro se va a dar cuenta… —Fabiola seguía sintiendo un poco de presión.

—Pues entonces hay que esforzarnos más, así aumentamos las posibilidades —dijo Agustín, muy serio, como si estuviera hablando de un asunto de trabajo.

Fabiola abrió la boca, pero mejor se guardó los comentarios. Ya qué, que las cosas fluyeran como debían. Al final, Agustín era su jefe. Cuando él decidiera ponerle fin a ese matrimonio, ella simplemente lo aceptaría.

—¿Entonces ya me perdonaste? —preguntó Agustín cuando Fabiola terminó el postre.

Fabiola se quedó un poco confundida. ¿Perdonar qué?

—Por lo de anoche… creo que me pasé un poco —Agustín, aunque era capaz de reflexionar y pedir disculpas, eso no quería decir que no lo volvería a hacer.

Fabiola ya casi había logrado olvidar lo que pasó la noche anterior, pero él fue y se lo recordó de nuevo.

Agachó la cabeza y se puso a comer los dulces de fresa, ignorando a Agustín por completo.

...

Después de los postres, Agustín la llevó al cine, luego salieron a caminar por la plaza, compraron un montón de detallitos, nada costoso, pero sí cosas que hicieron muy feliz a Fabiola.

Ya entrada la noche, Agustín la paseó por el mercado nocturno y, cerca de las ocho, llamó al chofer para que los recogiera.

—Señor… El abuelo está enojado, pide que regrese a la casa —le informó el chofer, visiblemente incómodo.

Solo podía acatar la orden y llevar a Agustín de regreso a la residencia.

Capítulo 117 1

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