Fabiola se quedó callada un momento, reflexionando sobre lo que Agustín podría estar pensando.
Luego, miró fijamente a Paulina y soltó:
—Pero hoy no pienso perdonarte.
Paulina respiró hondo, intentando contenerse.
—Está bien, entonces vendré mañana...
La mirada que le lanzó a Fabiola era tan intensa que cualquiera habría pensado que quería despedazarla ahí mismo.
Karla, molesta, no pudo evitar reclamar:
—¿Por qué le tienes tanto miedo a ella, hermana?
—¿Y tú qué sabes? —contestó Paulina, todavía furiosa, antes de subir al carro y azotar la puerta con tal fuerza que hizo temblar los cristales.
Karla recogió a toda prisa la maleta que había quedado tirada en el suelo, la cargó hasta la cajuela y luego subió al carro, resignada a irse sin más.
Fabiola se quedó parada en el mismo sitio, analizando la forma en que Paulina trataba a Karla. Una duda le empezó a dar vueltas en la cabeza.
Si Karla era de verdad la única heredera de la familia Lucero, debería tener mucho más peso que Paulina. ¿Por qué, entonces, siempre se comportaba como si tuviera que rogarle todo a Paulina? Incluso, cuando Paulina se enojaba, no dudaba en regañarla como si fuera cualquier cosa.
Y pensar que Karla era la consentida del viejo, la niña de sus ojos.
Fabiola suspiró y negó con la cabeza antes de regresar a la sala.
Al entrar, Sofía la recibió con una sonrisa radiante y le comentó:
—El señor me pidió que cambiara todas estas cosas. Con eso, lo más probable es que Karla no se atreva a volver.
—Agustín sí que te cuida de verdad —añadió Sofía, mostrando su alegría por el respaldo de Agustín hacia Fabiola.
Sin embargo, Fabiola no se atrevía a pensar que Agustín hiciera todo eso solo por ella.
En el fondo, Agustín estaba dispuesto a enfrentarse a la familia Barrera sin ningún límite.
Lo que él buscaba en realidad era aprovechar la situación para cortar de una vez por todas el compromiso con los Barrera.
Si no, ¿qué iba a pasar el día que se divorciaran? Agustín terminaría casándose con Karla y nunca podría estar con Anahí...



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