Solo con talento y con la ayuda de personas clave es posible llegar lejos sin tropezar.
Vanessa asintió, mostrando que había entendido.
Fabiola le llamó a Emilio y le pidió que trajera el carro más caro de Agustín, ese que tenía las placas más exclusivas.
—Vamos, te llevo de regreso a la escuela. En la noche, cuando salgas de clase, yo paso por ti —le dijo Fabiola.
Los ojos de Vanessa brillaron y asintió feliz.
Por un instante, la soledad que la acompañaba desde hacía tanto se desvaneció un poco.
Fabiola sabía que Agustín trataba muy bien a Vanessa, pero, siendo hombre, siempre mantenía cierta distancia. Eso hacía que, desde la muerte de su mamá, Vanessa hubiera perdido esa sensación de seguridad que tanto necesitaba.
Emilio condujo el carro directo hasta el campus, deteniéndose justo frente a la academia de danza de Vanessa.
Varios estudiantes comenzaron a murmurar entre sí; algunos reconocieron el carro de Agustín.
Después de todo, en esa escuela de arte también estudiaban muchos hijos de familias adineradas.
Vanessa bajó del carro y se despidió de Fabiola con una mano.
—No bajes la cabeza, princesa. La corona se te puede caer. Tú naciste para ser una pequeña reina orgullosa —le dijo Fabiola mientras bajaba la ventanilla y le sonreía.
Vanessa asintió, se despidió y salió corriendo hacia sus clases, con una alegría que le iluminaba el paso.
Fabiola observó la figura de Vanessa alejarse y no pudo evitar sentir una punzada de tristeza.
Si Vanessa llegara a saber que su mamá sigue viva, seguro que sería la niña más feliz del mundo.
...
Hotel Las Dunas Doradas.
Griselda apenas había salido de su habitación cuando alguien la interceptó.
Era Paulina.
Paulina llevaba tiempo mandando a alguien para seguir de cerca a Fabiola, así que en cuanto supo que Fabiola se había reunido con Griselda, no perdió ni un segundo para actuar.


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