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Florecer en Cenizas romance Capítulo 14

Cuando Javier llegó a la estación de policía, le pidió a los oficiales que tomaran el asunto con seriedad y les informó que un abogado se haría cargo.

Fabiola permaneció callada, sin decir una sola palabra, ni siquiera intentó defenderse.

Sabía muy bien cómo actuaban los que estaban en la cima. Sebastián, con tal de complacer a Martina, no la dejaría ir tan fácilmente.

—Fabiola, ¿por qué le pegaste a Benjamín? —preguntó el oficial.

Fabiola guardó silencio unos segundos antes de responder.

—Asuntos personales —soltó, con la mirada fija en el suelo.

El policía revisó la credencial de Fabiola. Era evidente que la recordaba.

—Hace cuatro años... el caso de violencia en la Universidad Costa Esmeralda. Yo fui quien investigó ese asunto.

Aquel episodio de acoso universitario dejó marcas imborrables: Fabiola perdió la audición en su oído izquierdo, su dedo meñique quedó destrozado y todo su cuerpo estaba cubierto de heridas terribles...

Era un caso para abrir proceso penal, pero la familia Benítez metió mano y logró tapar todo. Los profesores ni siquiera llamaron a la policía. Solo cuando los medios hicieron público el caso, la policía intervino a la fuerza, pero la víctima, Fabiola, nunca firmó para que se abriera una carpeta de investigación.

Y así, todo quedó en el olvido.

Sin embargo, el oficial no podía quitarse de la cabeza ese caso: hijos e hijas de familias poderosas abusando de una joven huérfana criada en el orfanato...

En aquel entonces, Fabiola tenía apenas diecinueve años. Los profesores siempre se pusieron del lado de la familia Benítez y la familia Gallegos; no solo encubrieron a los culpables, sino que también amenazaron a Fabiola: si se atrevía a denunciar, si hacía público el escándalo, no la dejarían graduarse aunque saliera del hospital.

Era imposible luchar contra ellos. Si quería terminar la universidad sin problemas, tenía que quedarse callada, aguantar y no manchar el nombre de la institución.

Fabiola no tenía a nadie detrás. Todos sabían que era huérfana, que nadie la defendería.

Y así, todos prefirieron atacar a la más vulnerable para quedar bien con los poderosos.

—Benjamín fue uno de los que te hicieron daño, ¿verdad? —le preguntó el oficial Carlos, mirándola con seriedad.

Fabiola se quedó rígida en la silla, mirando a Carlos con los ojos muy abiertos, como si le hubieran dado un golpe en el estómago.

Sebastián, delante de todos, le dio una lección a Renata, y luego mandó a Renata y Benjamín al extranjero. A partir de ahí, nadie se atrevió a molestarla abiertamente en la universidad...

En la época en que más necesitaba cariño, Fabiola se enamoró, sin remedio, de Sebastián.

Durante cuatro años, pensó en huir, pero no pudo.

Sebastián no la amaba, pero tampoco estaba dispuesto a dejarla ir.

—Si alguien te está amenazando, puedes pedir ayuda... —Carlos frunció el ceño. Aun diciendo eso, sabía que no era tan sencillo, porque hay cosas que la ley no puede proteger.

En este mundo no existe la justicia absoluta. Dicen que todos somos iguales, pero en la vida real, esa igualdad no pasa de ser un simple deseo.

—¿Tienes algún amigo o alguien cercano? Si consigues que alguien pague la fianza, podrías salir esta noche —explicó Carlos. El secretario de Sebastián había exigido que Fabiola recibiera un castigo ejemplar, así que, por lo menos, las veinticuatro horas de detención administrativa no se las iba a quitar nadie.

Por suerte, como el incidente no era tan grave, con alguien que la apoyara y pagara la fianza, Fabiola podía recuperar la libertad.

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