Agustín se había ido otra vez de viaje de trabajo.
Todo el tiempo andaba ocupado, cargando con la responsabilidad de la empresa sobre los hombros.
Pero, curiosamente, eso le daba un poco de tranquilidad a Fabiola. Tal como decía Agustín, era el Grupo Lucero el que no podía funcionar sin él, no al revés. Por eso, cuando el señor Lucero decía que lo iba a echar de la empresa, solo era un berrinche.
Paulina, por alguna razón, se había ido a Ciudad de la Luna Creciente y no parecía que fuera a volver pronto. Con Paulina lejos, Karla tampoco se atrevía a causar problemas.
Por fin, Fabiola pudo disfrutar unos días de verdadera calma.
—¿Por qué no me baja todavía...? —murmuró para sí, después de desayunar, sintiendo un dolorcito agudo en el vientre. Corrió al baño, inquieta.
Si no estaba embarazada, la regla ya debía haberle llegado.
Al terminar, notó unas gotitas de sangre en el papel.
Suspiró aliviada, pero al mismo tiempo sintió como si le echaran un balde de agua helada en el corazón. Era seguro: no estaba embarazada...
Se puso una toalla sanitaria y se preparó para salir.
Le había prometido a Vanessa acompañarla de compras.
...
—Fabiola... —apenas bajó las escaleras, se topó con Sofía, que lucía inquieta y evitaba su mirada—. Fabiola... ¿a dónde vas?
—Voy a salir un rato, quedé con Vanessa para ir de compras —respondió Fabiola sin rodeos.
Sofía titubeó, parecía que quería decir algo pero no se animaba. Al final, habló.
—El señor Agustín se fue a San Jerónimo del Lago por trabajo... No va a estar aquí al menos por dos semanas. Cuídate mucho, no andes sola por todos lados.
—Lo sé, Sofía, no te preocupes —asintió Fabiola.
—El anciano Lucero... vino personalmente a Costa Esmeralda. Nadie sabe que está aquí —Sofía terminó por soltar la advertencia.
El viejo Lucero aprovechó la ausencia de Agustín para venir. Quería averiguar, sí o sí, si Fabiola estaba esperando un hijo de la familia Lucero.
El corazón de Fabiola se encogió. ¿El viejo había venido en persona?
—Fue Paulina... —dijo Sofía con rabia contenida—. Se fue con el viejo y empezó a decirle cosas de ti, asegurando que no estás embarazada.

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