El semblante de Anahí se tornó sombrío, frunció el ceño y miró fijamente a Fabiola.
—¿Dijo que después de tener al bebé, no se pueden divorciar durante tres años?
Fabiola asintió.
—Sí, eso dicen que es una regla de la familia Lucero, ¿no?
—¿Qué regla ni qué nada...? —Anahí respiró hondo, a punto de replicar, pero se tragó las palabras y forzó una sonrisa—. Supongo que tienen miedo de que el bebé, recién nacido, me quite el sueño o me agote... Cuidar a un niño es pesado, pero ya que cumpla tres años, pues ya es otra cosa.
Fabiola bajó la mirada y guardó silencio.
No podía esperar demasiado; no podía soñar con disputar la custodia del niño con Agustín cuando llegara el momento del divorcio. La sola idea era un disparate.
—Mamá, mejor cuida de ti misma. No te preocupes por los hijos de los demás —susurró Vanessa, cabizbaja, picando la comida en su plato sin ganas, como si todo le supiera a nada.
Anahí le dirigió una mirada a Vanessa, pero no dijo nada más.
Justo entonces, Agustín regresó. Pidió al mesero que le trajera a Fabiola un platillo de jitomate con huevo y varias ensaladas frescas y picantes.
—Vi que no tienes mucho apetito. Prueba estas ensaladas, las prepararon especialmente ahora con ingredientes frescos —comentó Agustín, sentándose al lado de Fabiola y hablándole en voz baja—. A ver si te gustan.
Fabiola lo miró nerviosa, pero asintió y probó un bocado. El sabor era delicioso, ácido y refrescante.
Al ver que Fabiola aprobaba la comida, Agustín sonrió.
—Come más, si no, en la noche te va a dar hambre.
Cada tanto, Fabiola le lanzaba miradas furtivas a Agustín. Frente a su verdadero amor, él se mostraba demasiado atento con ella... ¿Será que Anahí se pondría celosa?
Y como era de esperarse, la cara de Anahí casi se había ensombrecido por completo.
Sin decir nada, se sirvió un poco de sopa y bebió a sorbos. Después de unas cucharadas, se llevó la mano al pecho con gesto de malestar y comenzó a hacer arcadas.
—Agustín... me siento mal, ¿me llevas al hospital?
Vanessa miró a Anahí con total indiferencia, sin abrir la boca.
Nadie conoce a una madre mejor que su propia hija; sabía perfectamente por qué Anahí actuaba así: solo quería atraer la atención de Agustín.
Pero, si él todavía la quisiera, ¿por qué sería tan atento con Fabiola?

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