Al menos en ese instante, Agustín era su esposo.
Su matrimonio con Agustín no iba a durar mucho, eso lo tenía clarísimo. Con el tiempo tan limitado que le quedaba, ¿por qué tendría que compartirlo con alguien más? No pensaba permitirlo…
Las personas son egoístas, y ella solo quería tener a Agustín para sí.
Por lo menos mientras durara el matrimonio, quería que fuera solo suyo.
Anahí miró a Fabiola con un gesto tenso, oscurecida por la molestia. Aunque Fabiola pensara que no estaba provocando nada, para Anahí aquello era una provocación directa.
Agustín bajó la mirada hacia Fabiola, sorprendido por ese lado protector que ella mostraba de repente.
Se le dibujó media sonrisa y, con voz ligera, soltó:
—Perdón, hoy Fabiola y yo ya habíamos quedado en ir a la playa los dos solos. Para la próxima, lo organizamos con más tiempo.
Anahí estaba tan consumida por los celos que casi se lastimaba la palma de lo fuerte que apretaba el puño. Sentía que la envidia se le metía hasta los huesos, porque en ese momento, la manera en la que Agustín miraba a Fabiola… era demasiado.
Demasiado como para volverla loca, para hacerla rabiar.
Demasiado como para llenarla de celos.
Eso era justo lo que ella había soñado, lo que siempre había querido y nunca pudo tener…
...
Agustín y Fabiola se marcharon, y Anahí seguía sentada en el sillón, masticando la envidia.
—Mamá… —Vanessa habló bajito—. El tío con Fabiola se ve… de verdad parece muy feliz. ¿No decías antes que mientras el tío fuera feliz, tú también lo estarías?
¿En qué momento había cambiado Anahí?
Quizá en el pasado, Anahí sí había amado a Agustín de forma pura, sincera. Incluso había dado todo por él, sin esperar nada a cambio. En algún punto, sí pensó que lo único que quería era que Agustín fuera feliz.
Pero en algún momento, empezó a sentir que no bastaba. Que todo lo que había hecho por Agustín era demasiado, que ninguna otra mujer podía amarlo como ella, que todas las demás iban tras él por interés. Solo ella no lo hacía…
¿En qué momento se había transformado así, tan fuera de sí?
—¡Cállate! —la voz de Anahí se quebró y, fuera de sí, levantó la mano y le dio una cachetada a Vanessa. Por un segundo, su mente se quedó en blanco.
Respirando agitada, vio cómo a Vanessa se le llenaban los ojos de lágrimas. El arrepentimiento la golpeó, pero ya era tarde.
Ni ella misma se reconocía.


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