Gastón miró a Sebastián con calma, dejando que el silencio se estirara antes de hablar.
—Señor Sebastián, con todo respeto, usted es alguien muy importante. Hablar de una cooperación conmigo, que apenas voy a entrar a la universidad, como que no está muy parejo, ¿no cree?
Sebastián sostuvo la mirada de Gastón y mostró una sonrisa enigmática.
—Tú eres uno de los herederos del Grupo Lucero. Aunque ahorita sigas siendo un estudiante, si hablamos de colaborar ahora, en el futuro será un ganar-ganar para ambos.
Sebastián no andaba con rodeos. Su propósito era claro: quería apoyar y formar a Gastón, impulsarlo hasta que pudiera ser un contrapeso real para Agustín; alguien capaz de convertirse en su principal rival. Como buen empresario, Sebastián sabía que mientras más conflictos hubiera dentro del Grupo Lucero, más oportunidades se le abrirían al Grupo Benítez.
Gastón, sin embargo, se mantuvo firme y directo.
—Yo no soy heredero del Grupo Lucero. No tengo nada que ver con ellos. Mi papá, de hecho, fue quien decidió dejar atrás todo lo de la familia Lucero y renunció a cualquier derecho de sucesión. Estos días estuve investigando bien la historia y el desarrollo del Grupo Lucero. La neta, mi papá no tiene nada que ver con lo que es hoy el Grupo Lucero. Todo lo que han logrado es mérito de Agustín.
Había revisado todos los documentos y reportes sobre el Grupo Lucero. Aunque se trataba de una empresa centenaria, la base de todo eso se había perdido cuando César era joven. Cuando Agustín tomó las riendas, el Grupo Lucero no era más que un cascarón vacío, lleno de deudas y corrupción interna.
Cuanto más descubría Gastón sobre el pasado y el presente del Grupo Lucero, más admiración sentía por Agustín. Ese tipo era un genio. En muy poco tiempo, Agustín había logrado sacar adelante a la empresa y a toda la familia Lucero, dándoles la vuelta a todas las adversidades. Era algo realmente increíble.
La posición que hoy tenía la familia Lucero en Ciudad de la Luna Creciente se debía únicamente a Agustín. Ni Sergio ni él mismo tenían derecho a pelear por algo que, desde el inicio, solo le pertenecía a Agustín.
Sebastián negó con la cabeza y soltó un suspiro.
—Sigues siendo muy joven, Gastón. No entiendes la importancia de las raíces. Si algún día quieres llegar a la cima, tienes que comprender lo que el Grupo Lucero significa para ti. Por derecho, sí tienes parte de la herencia. Además, César nunca le entregó todas las acciones a Agustín. Hizo un trato con la familia Barrera.
Ese era el secreto entre la familia Barrera y la Lucero, uno de los motivos por los que Agustín no podía rechazar una unión matrimonial con los Barrera.
—En los peores tiempos del Grupo Lucero, fue la familia Barrera quien salió al rescate. Sin ellos, ni Agustín habría podido revivir la empresa. Por eso, César y el viejo Barrera firmaron un acuerdo: solo si Agustín se casaba con Karla, o si tenía descendencia propia, las acciones y el patrimonio pasarían por completo a manos de Agustín.


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