Además... Fabián tampoco era del todo desinteresado.
Quizá, si Agustín ignoraba quién era en realidad Fabiola, acabaría divorciándose de ella, ¿no?
Si llegaban a divorciarse...
Fabián se arrugó el entrecejo, consciente de que sus pensamientos no estaban bien. Sin embargo, una vez que esa idea le cruzó la mente, empezó a crecer, como pasto después de la lluvia, imposible de detener.
...
—¿Qué haces aquí a estas horas? ¿No tienes hotel donde dormir? ¿Por qué vienes a tocar a mi casa en la madrugada? —Agustín abrió la puerta con parsimonia, a propósito desarreglado—. Que tú estés solo no significa que yo no tenga esposa, ¿sí? Ubícate tantito, ¿va?
...
Fabián arrugó la frente, sus ojos se oscurecieron.
—Divórciate de Fabiola.
...
Ahora fue Agustín quien frunció el ceño y lo miró de arriba abajo, como si se preguntara si había ido a buscar pleito.
...
—¿De verdad no tienes nada mejor que hacer que venir a amargarme la noche? Si tienes tanto tiempo para andar de chismoso, ¿por qué no lo usas en ayudar a tu papá a encontrar a la verdadera nieta de tu familia? Tantos años y ni eso han logrado, ¿y aun así te atreves a meterte en mi matrimonio? —Agustín lanzó la advertencia con voz seca—. Hay confianza, sí, pero todo tiene un límite. No te pases.
...
—Tú no sientes nada por ella, es un matrimonio arreglado. Ahora que ya no hay bebé, lo más lógico es que se divorcien —insistió Fabián, sin bajar la mirada.
...
Agustín soltó una carcajada despectiva.
—Vaya, Fabián. Antes ni te importaba con quién me casara. ¿Ahora crees que si me divorcio de Fabiola voy a terminar con Karla Barrera, la impostora esa? Mejor ponte las pilas y encuentra a tu verdadera heredera antes de que yo me divorcie. Te casas con ella, consigues heredar a la familia Barrera, y entonces unimos fuerzas. Eso fue lo que pactamos, ¿o ya se te olvidó?
Agustín ya estaba perdiendo la paciencia. Bien claro lo habían hablado: él no iba a casarse con la supuesta heredera de la familia Barrera, porque su corazón ya tenía dueña: Fabiola.
Tarde o temprano daría con ella. Iba a encontrarla y pedirle matrimonio, como siempre había soñado.
Roberto había preparado a Fabián para heredar a la familia Barrera. Lo lógico era que, cuando dieran con la verdadera heredera, Fabián se casara con ella, ¿no?
...
Fabián inhaló profundo. ¿Y cómo se supone que lo lograba si Agustín no pensaba divorciarse?
Apretó los dientes y bajó la voz:


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