—Él… junto con Roberto, quieren que nos divorciemos. Quieren que te cases con Karla —Fabiola bajó la mirada, con ese dejo de tristeza que no podía ocultar.
—No… —Agustín tosió, incómodo—. Ahora ya ni siquiera quiere que me case con Karla…
—¿Eh? ¿Cambió de opinión? —Fabiola lo miró, sorprendida.
Agustín solo pudo asentir, resignado.
—Sí, ahora quiere casarse él mismo con ella.
Fabiola se quedó en blanco unos segundos. ¿Fabián, casarse con Karla? Por alguna razón, pensó que Karla no le llegaba ni a los talones a Fabián.
—En fin, de ahora en adelante, mantente lejos de ese Fabián —advirtió Agustín, con un toque de celos en la voz.
No podía evitar preocuparse: ese Fabián tenía una cara que atraía miradas por donde iba, y eso no le daba buena espina.
—¿Me escuchaste? —al ver que Fabiola no respondía, Agustín, celoso, le dio un mordisco juguetón en el hombro.
Fabiola soltó una risa y asintió.
—Sí, está bien.
Sabía que en el fondo, Fabián solo tenía ojos para su “princesa”, así que ni de chiste se fijaría en ella. Para Fabiola, Agustín exageraba como siempre.
...
Esa noche, Fabiola durmió plácidamente, pero Agustín no pegó un ojo.
Le mandó un mensaje a Fabián, pidiéndole que mantuviera la boca cerrada y no fuera a soltar nada, porque a Fabiola podrían meterla en graves problemas.
Fabián ni le contestó.
Agustín, inquieto, pasó la noche sentado en el balcón, fumando uno tras otro.
Ser la heredera de la familia Barrera… ¿Para Fabiola sería una bendición o una maldición?
Después de tantos años siendo huérfana, aguantando malos tratos y desprecios, de repente enterarse de que era la única heredera de la familia Barrera… Ese vuelco era demasiado grande.
No solo eso: la muerte de sus padres seguía siendo un misterio. Aunque todos sospechaban de Héctor, él era tan hábil ocultando sus huellas que no había manera de atraparlo. Fabiola, ingenua y sin experiencia, ¿cómo iba a enfrentarse a Héctor y Paulina?
Meterla en medio de esa maraña de secretos y guerras familiares era asfixiante.
...
Al día siguiente, el despertador de Fabiola sonó. Tenía que levantarse, arreglarse, desayunar y salir rumbo a la escuela.
Pero Agustín ya se había ido.



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