—No resoples así, dime de una vez, ¿qué pasó? —Griselda casi saltó del susto, frunciendo el ceño mientras miraba a Gastón.
Gastón tenía la cara pálida, el pecho subía y bajaba con fuerza; se notaba que estaba conteniéndose.
—Mi... mi hermano... le pasó algo.
No dijo más. Salió rápido, sin mirar atrás.
Fabiola, con un suspiro tembloroso, apenas si logró mantenerse en pie, pero también salió tras él.
La inquietud de Griselda era evidente; se levantó apurada y fue detrás de ellos.
Violeta, por su parte, seguía sentada, sin perder la calma, con una sonrisa apenas dibujada en los labios.
Al fin, todos los planes que había armado se habían cumplido.
Agustín... ya no estaba.
La sonrisa se le escapó de nuevo. Violeta contempló sus uñas y volvió a sonreír, sin poder contenerse.
De ahora en adelante, la familia Lucero sería su imperio de marionetas...
Ahora quería ver quién se atrevería a menospreciarla.
¿Qué importaba si era la hija del mayordomo? La familia Lucero, el Grupo Lucero, y todo lo que los rodeaba acabaría bajo su control.
...
Hospital.
Cuando Fabiola, Gastón y Griselda llegaron, los médicos ya habían terminado la reanimación.
El doctor se acercó a Fabiola y negó con la cabeza, con un gesto que no dejaba lugar a dudas.
Fabiola apretó los dientes, obligándose a conservar la calma.
Pero todo se le fue a negro antes siquiera de ver el cuerpo de Agustín. No pudo más y perdió el conocimiento.
—¡Cuñada!

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