Cuando Fabiola se fue, Facundo no perdió el tiempo y sacó el celular para llamar a Fabián Gallegos y así contactar a Agustín.
Él solo no podía tomar esa decisión, necesitaba el visto bueno de Agustín.
...
En la casa de Fabián.
Agustín estaba recostado en la cama, aprovechando para tomarse una sopa mientras se recuperaba de sus heridas. Fabián entró al cuarto en ese momento.
—Mira nada más, qué tranquilo andas. Fabiola está embarazada y tú, después de semejante tragedia, tan campante… ¿No te preocupa que se le crucen ideas feas por la cabeza? —Fabián no soportaba ver a Agustín tan relajado; en el fondo, le tranquilizaba más verlo trabajando con la pierna quebrada y matándose de cansancio.
—Mi esposa parece frágil porque yo la cuido bien, no porque sea ingenua —soltó Agustín sin inmutarse, mientras seguía tomando la sopa. Aprovechó para lanzar una crítica—. Por cierto, tu sazón está lejísimos de la de mi esposa. Le pusiste un chorro de sal, la próxima vez ni se te ocurra.
Fabián hizo una mueca de fastidio justo cuando su celular empezó a sonar: era Facundo.
Se le iluminó la cara creyendo que se trataba de algún asunto laboral para Agustín, así que contestó y activó el altavoz.
—Facundo, ¿qué pasó? ¿Algún trabajo para el señor Agustín?
—Señor Agustín… su esposa vino hoy a Firmeza Global… dijo que está dispuesta a convertir en efectivo todos sus bienes, propiedades, todo lo que esté a su nombre, para invertirlo en Firmeza Global… Yo no puedo tomar esa decisión —Facundo aclaró con voz tensa.
Agustín se quedó callado, sorprendido. No esperaba que Fabiola tomara una decisión así.
Había hablado con ella antes: no podía darle los bienes de César por seguridad, pero todo lo que él tenía era, desde el principio, para Fabiola. Ella podía hacer con eso lo que se le pegara la gana.
Nunca imaginó que Fabiola decidiría invertir todo su dinero en Firmeza Global.

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