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Florecer en Cenizas romance Capítulo 453

Él no quería engañar a Anaís, ni tampoco darle falsas esperanzas.

Anaís, con los ojos enrojecidos, miraba a Gastón. Las lágrimas, sin poder contenerse, volvieron a brotarle con fuerza.

En el fondo, ella ya había adivinado la respuesta. Pero hace un momento, aún soñaba con que Gastón pudiera decirle alguna palabra ambigua, algo que le diera un poco de consuelo. Sin embargo, Gastón ni siquiera estaba dispuesto a endulzarle el oído.

—Gastón… ¿tienes a alguien que te guste? —preguntó Anaís, apretando la cobija contra su pecho, mirando a Gastón con un dejo de esperanza.

Gastón guardó silencio. En su mente apareció el rostro de alguien, pero ni siquiera él sabía si eso era amor.

—Tal vez sí… pero ella no siente lo mismo por mí.

Pensó en Griselda Rivas, pero Griselda siempre había dicho que le atraían los hombres maduros y estables. Él, desde la cabeza hasta los pies, no encajaba en el tipo de pareja que Griselda buscaba.

Entre él y Griselda había una brecha de edad que no podía superar.

Odiaba haber nacido en el momento equivocado, odiaba haber llegado tarde a la vida.

Pero esa era una realidad que no podía cambiar.

—La chica que te guste va a ser muy afortunada —susurró Anaís, cerrando los ojos y dándole la espalda a Gastón.

Estaba convencida de que en esta vida jamás volvería a encontrar el amor.

Si existía otra vida, solo pedía no volver a cruzarse con un patán.

...

A la mañana siguiente, Gastón y Cristóbal se fueron temprano al Grupo Lucero. Violeta tomó del brazo a Anaís.

—¿Salió todo bien?

Anaís asintió.

—Todo pasó tan rápido que no tomé precauciones… tengo que ir a comprar una pastilla del día siguiente.

Violeta soltó un suspiro de alivio y sonrió con satisfacción.

—No vayas a cometer un error, ¿eh? Cuando Gastón se entere de que ya está contagiado, no habrá vuelta atrás.

Anaís, de nuevo al borde del llanto, murmuró:

—Violeta, si algún día Gastón se entera de la verdad, seguro me mata. En ese momento… ¿podrías darme algo de dinero para que me vaya del país?

Violeta soltó una risa seca, pero enseguida suavizó la expresión, fingiendo amabilidad.

—Por supuesto que sí, tú tranquila. Cuando todo esto termine, me encargaré de que tengas el mejor destino posible.

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