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Florecer en Cenizas romance Capítulo 466

El día del cumpleaños de Violeta, Fabián al final no apareció.

Paulina Barrera, sentada en la cabecera de la mesa, levantó la comisura de los labios con una sonrisa torcida.

—¿No decían que Fabián iba a venir? Parece que ni siquiera tienes tanta influencia como creías, ¿eh?

Paulina se sentía en las nubes. Aunque siempre había pensado que estaba un escalón por encima de Violeta, escucharla mencionar a Fabián a cada rato le crispaba los nervios.

Desde que era niña, Paulina había tenido sentimientos muy enredados hacia Fabián. Lo menospreciaba, lo veía como el perro fiel que la familia Barrera había criado, pero, al mismo tiempo, deseaba que esos ojos oscuros solo la miraran a ella y a nadie más.

Sin embargo, Fabián no pertenecía a nadie. Él solo se debía a la verdadera nieta de Roberto: Karla Barrera.

Paulina soltó una risa sarcástica. En algún momento había sentido envidia por Karla, aunque esta ni siquiera había regresado; en realidad, lo que le daba celos era el lugar que ocupaba.

Pero con Violeta era diferente. ¿Cómo se atrevía la hija de un simple mayordomo a soñar con alguien tan inalcanzable como Fabián? Le parecía ridículo.

Violeta, por su parte, tenía el semblante serio. Aunque se había aliado con Paulina para llegar hasta donde estaba, no soportaba la actitud altanera de la otra. Al final, Paulina solo era la hija de un hijo ilegítimo, nada más, y aun así se sentía la gran señora.

De verdad, esa mujer sí que se creía la dueña de todo.

Mientras Paulina seguía regodeándose en su supuesta superioridad, la puerta del salón privado se abrió de repente. Una decena de personas entraron en fila, cada quien cargando flores, un pastel y regalos de edición limitada, todos de marcas de lujo.

—Señorita Violeta, venimos de parte del señor Fabián del Grupo Barrera. Él nos pidió que le entregáramos estos regalos por su cumpleaños. No pudo venir en persona, pero insistió en que el detalle llegara a sus manos.

Violeta se levantó de golpe, boquiabierta. Sus ojos brillaron al ver la montaña de obsequios: bolsos, joyas, zapatos, todo cuidadosamente seleccionado según sus gustos.

Se lanzó a abrazar el ramo de flores, las mejillas sonrojadas de pura emoción.

Un hombre así de detallista y romántico... ¿quién no caería rendida a sus pies?

—¡No inventes, Violeta! ¿El mismísimo Fabián del Grupo Barrera? —se emocionó una amiga—. Ese tipo está de infarto, ¿eh?

—Dicen que es bien distante, que nunca le sonríe a ninguna mujer. Eres la primera que logra que se tome tantas molestias. A este paso, seguro que pronto les vemos haciendo planes de boda.

Las amigas de Violeta se juntaron a su alrededor, entre risas y bromas. Violeta, orgullosa, le dedicó una mirada triunfal a Paulina mientras abrazaba las flores.

El rostro de Paulina se tornó sombrío. Apretó la copa con fuerza, tanto que los nudillos se le pusieron blancos.

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