En la época en la que Fabiola era más inocente, Sebastián no supo valorarla.
Sebastián se sentía incómodo, incluso molesto. No lograba entender por qué Agustín actuaba así.
Apenas había coincidido con Fabiola algunas veces, ni siquiera tenían una relación cercana. ¿Por qué, entonces, se empeñaba Agustín en interponerse entre ellos solo por Fabiola?
—Sr. Sebastián… Mire esta foto —dijo el asistente, acercándose después de que Agustín se fue. Colocó una fotografía frente a Sebastián, una que había conseguido tras investigar.
Sebastián la observó. Era una imagen de hace años: Agustín, con poco más de veinte años, sostenía en brazos a una niña pequeña. A su lado, una mujer posaba sonriendo. Aquella mujer tenía rasgos muy parecidos a Fabiola, al menos en un setenta por ciento.
Sebastián se quedó pensativo y miró a su asistente.
—¿Quién es esa mujer?
—No pudimos averiguarlo. La familia Lucero hizo todo lo posible por ocultar cualquier información sobre ella —explicó el asistente, algo nervioso.
Sebastián quedó sumido en sus pensamientos.
Así que Agustín se había acercado a Fabiola con un propósito claro.
¿Solo la veía como un reemplazo? ¿O había alguna relación entre Fabiola y la mujer de la foto?
—Sigue investigando —ordenó Sebastián, con voz grave.
Tenía que averiguar el verdadero motivo detrás del acercamiento de Agustín a Fabiola.
…
Residencial Zona Diamante.
Fabiola había dormido de maravilla, algo que no le pasaba desde hacía mucho tiempo.
Quizá fue el bofetón que Sebastián le propinó lo que la ayudó a soltar todo lo que la ataba al pasado.
Al despertar temprano al día siguiente, notó que las cortinas estaban cerradas. Recordaba que la noche anterior, antes de caer rendida, no había tenido tiempo de cerrarlas.
¿Había entrado Sofía a su habitación?
Bostezando y con la mirada aún perdida, Fabiola bajó de la cama y abrió la puerta para buscar un vaso de agua. Apenas abrió, chocó de frente contra el pecho de alguien.
El corazón le dio un brinco. Se echó hacia atrás de inmediato, mirando a Agustín con algo de nerviosismo.
—Agustín, perdón.
Agustín llevaba solo una bata, el cabello revuelto, los ojos aún adormilados.
—Hoy es lunes. Hay que ir al Ayuntamiento. Vamos a casarnos —anunció, sin rodeos.
Fabiola se sorprendió. ¿Tan deprisa? ¿No se suponía que sería hasta el viernes?
—E-está bien… —asintió, todavía un poco aturdida.



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