Fabiola miraba a Sebastián, queriendo ver hasta dónde podía llegar con sus comentarios tan desagradables.
—¿Sebastián? —Martina, al notar que todos los reporteros esperaban, se empezó a impacientar.
Sebastián retiró lentamente el brazo que Martina le sostenía y, sin pensarlo mucho, tomó la muñeca de Fabiola. Su voz sonaba un poco ronca.
—Fabiola, ¿podemos platicar un momento?
Fabiola le quitó la mano de encima con fuerza y respondió con sarcasmo:
—Señor Sebastián, por respeto a su prometida y a la prensa aquí presente, le pido que se ubique.
Sebastián, instintivamente, quiso volver a sujetarla.
Pero… ya no podía alcanzarla.
Frente a todos los reporteros, Fabiola habló con firmeza:
—Sobre el rumor de que alguien me está manteniendo, lo aclaro una vez más: es una mentira, una calumnia, una difamación. Si vuelven a inventar algo así, denunciaré y haré que respondan ante la ley.
Al decir la última frase, Fabiola miró directo a Sebastián.
Porque fue él quien primero soltó ese rumor.
En ese instante, Fabiola sintió una seguridad que no había experimentado antes. Agustín le había dicho que no la dejaría sola.
Porque ahora eran esposos.
Aunque fuera solo un matrimonio por contrato.
—Señor Sebastián, si desconoce la ley, consulte a su abogado. Difamar en público tiene consecuencias. Piénselo antes de hablar —advirtió Fabiola, y sin perder tiempo, se encaminó hacia la universidad.
Ya no era la Fabiola de antes, esa que siempre bajaba la cabeza y aguantaba todo en silencio. Ahora tenía a alguien en quien apoyarse.
Al menos, mientras durara ese matrimonio.
Sebastián se quedó petrificado, sin reaccionar por un largo rato.
La Fabiola de ahora… no tenía nada que ver con la de antes.
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