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Florecer en Cenizas romance Capítulo 97

Fabiola tampoco entendía por qué de pronto se había puesto tan terca. Quizá era porque llevaba tiempo guardando un nudo en el pecho, una sensación de injusticia que no lograba quitarse de encima.

¿Pero por qué se sentía así? Desde el principio había aceptado que su matrimonio con Agustín sería solo un contrato. ¿Y ahora venía a ponerse sentimental? Sabía perfectamente que no debía dejarse llevar por los sentimientos.

—¿A dónde te llevó? —preguntó Agustín al teléfono, y era evidente que estaba molesto—. Voy a recogerte.

—Ya vamos de regreso —respondió Fabiola en voz baja.

—¿Tan desconfiado eres? ¿Temes que la venda o qué? —Paulina, que había escuchado a Agustín, se acercó con una sonrisa burlona, buscando provocarlo.

—Señorita Barrera, escuchar conversaciones ajenas y entrometerse no habla bien de tu educación. ¿A poco en la familia Barrera no te enseñaron buenos modales? —La voz de Agustín sonó grave, casi venenosa.

Siempre que estaba de malas, Agustín no perdonaba ni al perro que pasara por la calle.

Desde que él dijo la primera palabra, Fabiola supo que Agustín estaba furioso.

Y justo en ese momento... Paulina seguía buscando pelea.

Fabiola, incómoda, sostenía el celular sin saber si colgar o no.

El gesto de Paulina se volvió aún más sombrío.

Las palabras de Agustín no solo la acusaban de malcriada, sino que le recordaban que era la hija del hijo ilegítimo de la familia Barrera, que de pequeña había vivido en un barrio pobre junto a Héctor, su papá.

Paulina solo había vuelto a la familia Barrera a los doce años. Antes de eso, el abuelo de la familia se negaba a reconocer tanto al hijo ilegítimo como a su nieta.

Solo cuando algunos conocidos convencieron a don Roberto de que no podía quedarse sin descendencia, aceptó que Héctor regresara con su esposa e hija.

—Agustín, ya casi llegamos… —Fabiola habló bajito, al ver que Paulina estaba a punto de explotar.

Por más crueles que fueran las palabras de Agustín, Paulina no se atrevía a enfrentarlo. Sabía bien que meterse con él era buscarse problemas.

Era mala para pelear, pero igual no podía quedarse callada.

—En diez minutos quiero verte aquí —soltó Agustín, y colgó sin esperar respuesta.

Ese ultimátum no era para Fabiola, sino para Paulina.

Paulina, con los ojos enrojecidos de coraje, miró la hora y apretó los dientes.

Capítulo 97 1

Capítulo 97 2

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