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Florecer en Cenizas romance Capítulo 96

Fabiola observó a Anahí en silencio. Había escuchado que antes fue maestra particular, que su familia no tenía muchos recursos, y aun así ahora podía decir, con tanta seguridad, que compensaría el contrato millonario de Agustín con su propio dinero… Eso solo podía significar que Agustín era increíblemente generoso con ella.

Paulina, durante el trayecto, le había contado que Agustín estaba dispuesto a entregar toda su fortuna como dote para Anahí…

—Perdón, mi contrato es con Agustín, así que si hay que romperlo, tendría que consultarlo con mi jefe…—Fabiola miró a Anahí, apenada.

—Fabiola, eres una buena muchacha, no tienes familia, eres huérfana, así que no traerías problemas. Eres la mejor opción…—Anahí suspiró.—Pero tienes que tener claro que lo del tratamiento es pesado: hay que ir al hospital, aplicarse inyecciones, hacerse chequeos constantes, y te tendrán que extraer óvulos…

Fabiola sintió un ligero remordimiento. Anahí confiaba totalmente en que Agustín jamás la tocaría, pero… ella y Agustín ya habían tenido algo.

De repente, un sentimiento de culpa la invadió, como si se hubiera convertido en la amante en las sombras. Esa sensación la incomodó profundamente.

Ni siquiera podía sentirse una esposa legítima.

—Haré lo que Agustín decida.—murmuró Fabiola.

—Ya se los advertí antes, ella es terca, no te va a hacer caso.—Paulina esbozó una sonrisa resignada y empujó la silla de ruedas de Anahí.—Mejor ni le insistas, de todos modos tarde o temprano ella y Agustín van a divorciarse. Si quiere tener el bebé, que lo tenga, igual Agustín ya te prometió que después el niño te va a llamar mamá, y no se permitirá que ella tenga contacto con el bebé.

Fabiola se quedó como estatua en el mismo sitio.

¿De verdad no le iban a permitir tener ningún contacto con el niño?

Eso era justo lo que debería haber previsto antes de firmar el contrato, pero igual sentía miedo, tristeza, un vacío que le apretaba el pecho.

—Si no hay más… me regreso.—Fabiola no quería quedarse más tiempo. Frente a Anahí, la verdadera esposa, se sentía cada vez más insignificante.

No, ni siquiera podía considerarse “la otra”.

Solo era una herramienta.

Una máquina para darles un hijo a Agustín y Anahí.

—Anahí, cuídate. Yo la acompaño de regreso.—

Paulina le pidió al médico de rehabilitación que se llevara a Anahí y, sin prisa, siguió a Fabiola.

—Te lo digo otra vez: no te enamores de Agustín.—Paulina la alcanzó y le sonrió de lado.

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Capítulo 96 2

Capítulo 96 3

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