Herederos para el Enfermo CEO romance Capítulo 10

Madison se puso de pie y sus ojos se abrieron de par en par al escucharlo.

—¿Quiere que le rente mi vientre, para tener un hijo? —preguntó impresionada.

—Así es —dijo Alexander—. Te ofrezco un millón de dólares, con tal que me ayudes a tener un hijo.

Sus labios se abrieron de par en par al escucharlo.

—¿Por qué conmigo? —cuestionó.

—Todos tus estudios médicos que has reportado a la empresa, han sido normales. Eres una buena candidata. —Se aclaró la garganta.

—Traer un niño a este mundo no es cosa sencilla como parece. —Desvió su mirada de la de él—, un hijo requiere más que dinero, para ser feliz, requiere cuidados, amor, tiempo, atención y mucho más ¿Está dispuesto a darle todo eso? —preguntó.

La mandíbula se le tensó al escucharla.

—Yo me haré cargo de que nada le falte —expresó.

—¿Su pareja qué piensa? ¿Ella no puede tener hijos? —cuestionó—. Oh acaso… ¿Es gay? —soltó sin pensarlo.

Al beber un sorbo de agua, Alexander se atragantó al escucharla hacer tantas preguntas.

—No tengo pareja, seré padre soltero —contestó—, y no… No soy gay —aclaró su última pregunta sintiendo su rostro enardecer. — ¿Qué dices?.

La joven acomodó un rizo de su cabello y presionó sus labios al sentirse intimidada con su fría mirada.

—No, no puedo.

Alexander presionó su puño con fuerza y su respiración se agitó.

—Deberías reconsiderarlo, estás en un buen momento para que tu carrera sea impulsada —expresó más duro de lo que quiso—, sería una pena que finalizara sin siquiera haber empezado.

Madison pasó saliva con dificultad, su barbilla tembló al saber que sus hijos dependían completamente de ella.

—Debería buscarse una mujer con quien procrearlos, le saldría mucho más barato. —Tomó su bolso y salió corriendo de ahí.

Alexander separó los labios en una gran O al escuchar hablar, y luego comenzó a reír.

—Si tuviera que procrearlos, seguramente lo haría contigo, luego de saber quien eres —bufó.

****

Una hora después.

Hanna estaba viendo su programa favorito cuando tocaron a su puerta. Colocó el bote de helado que estaba comiendo y se dirigió a abrir.

—¡Madi! —exclamó sorprendida al ver sus ojos llorosos. — ¿Qué te ocurre? —cuestionó con preocupación. — ¿Le sucede algo a los niños? —mencionó asustada.

—No, no es nada de eso —respondió y caminó hacia la sala—. Se trata del nuevo CEO de la empresa.

Hanna se aclaró la garganta y se sentó frente a ella.

— ¿Qué ocurre con ese hombre? —indagó.

— ¡Está loco! —exclamó—, es un demente. —Su barbilla tembló.

— ¿Por qué dices eso? —tomó sus manos y la miró atenta.

—Me propuso subrogar mi vientre —explicó temblorosa.

— ¿Qué cosa? —Hanna alzó la voz, sorprendida.

—Como lo oyes, desea tener un hijo, a través de un vientre subrogado —manifestó—, no me imagino a un témpano de hielo como él, teniendo un hijo y menos conmigo —chistó.

—No lo puedo creer —Hanna frunció el ceño y se quedó pensativa. «¿Qué traes entre manos, Alexander Walton?», se quedó pensativa.

—Ahí no acaba la cosa —Madison retomó la palabra—, me ofreció un millón de dólares y cómo me negué, me amenazó con despedirme, y me dio a entender que me cerraría las puertas de otras empresas —narró llena de resentimiento.

La respiración de Hanna se agitó, presionó sus puños, llena de molestia.

—Vaya que es un desalmado, ese hombre —reprochó su actitud.

Un par de horas después, que Madison se retiró al sencillo apartamento en el que vivía con sus hijos, la chica tomó su bolso y se dirigió a su SUV, muy molesta.

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