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Herederos para el Enfermo CEO romance Capítulo 12

En cuanto las puertas del ascensor se abrieron, Madison salió de la empresa y caminó sin un rumbo claro. Las palabras de aquel hombre que parecía tener un témpano por corazón, retumbaba en su interior.

«’Si se confirma mi paternidad, pelearé por la custodia’»

Aquellas palabras retumbaban con aflicción en su corazón. Llegó hasta el central park, en donde se sentó debajo de un frondoso árbol, Parpadeó un par de veces y comenzaron a escurrir las lágrimas que había contenido, ante el temor de que Alexander Walton pudiera cumplir con sus amenazas.

—Nadie puede quitarme a mis pequeños, no tiene derecho —sollozó sin poder evitarlo—, son todo lo que tengo en el mundo, ¿por qué tenía que cruzarme en el camino de un hombre como ese? —tomó una pequeña piedra y la lanzó sobre el lago.

***

Días después.

Alexander ingresó a la casa de sus padres y tomó asiento en el comedor.

—Es una sorpresa que llegues a comer con nosotros —mencionó Alice, su madre.

—Me tomé la tarde —indicó Alexander.

— ¿Ocurre algo? —Adam preguntó.

Alexander ladeó los labios.

—Sí —respondió y bebió un sorbo de agua.

—Esperamos con ansias que nos digas —solicitó su madre.

—Acabo de enterarme que tengo dos hijos —comentó con orgullo.

— ¿Escuché bien? —preguntó Alice con emoción y miró a su esposo que tenía la boca abierta de la impresión.

—Así es mamá. Tienen como nietos a este par de varones. —Mostró un par de fotografías que Luke le había enviado.

El señor Adam tomó las fotografías y se las mostró a su mujer.

—Se parecen mucho a ti cuando eras chiquito —refirió completamente conmovida Alice.

—Tu madre tiene razón —el padre de Alexander confirmó—, tienen toda tu cara, a excepción del cabello rizado, son igualitos a ti. —Se puso de pie y se acercó para abrazarlo, no imaginas lo feliz que nos has hecho al darnos tan buenas noticias. —Palmeó la espalda de su hijo—. No les puedo mentir al decir que me siento lleno de orgullo por que son hombrecitos.

Alexander sonrió.

—Son todo unos Walton. —Elevó su mentón con orgullo.

—Tienes mucha razón —Alice expresó con gran alegría. Dime una cosa. — ¿Cuándo los vamos a conocer? —cuestionó con inquietud.

—Pronto mamá —dijo con seguridad—, no solo los conocerán sino que también los tendremos viviendo aquí —aseguró.

— ¿Te vas a casar? —indagó el señor Adam.

Se atragantó al escuchar su pregunta y comenzó a toser sin parar.

—No, claro que no —Alexander manifestó—, nunca he creído en esas cursilerias de prometerse amor para toda la vida y fidelidad —bufó.

—Eso es porque nunca te has enamorado de verdad —Alice intervino—, el día que lo hagas, vas a cambiar de opinión. —Se acercó y le dio un beso en los labios a su esposo.

El joven rodó los ojos.

—Será mejor que me vaya descansar —resopló—, prefiero la soledad a alguien que me esté controlando todo el tiempo. Buenas tardes. —Se puso de pie y se retiró.

***

Hanna colocó los cubiertos sobre la mesa en la casa de Madison, de inmediato se dirigió hacia uno de los pequeños y lo sentó sobre una de las sillas especial para niños.

Enseguida Madison se dirigió sosteniendo la pasta que había preparado, en ese momento tocaron a la puerta.

—Buenas tardes —el abogado de Alexander expresó.

—Hola —saludó la joven. — ¿Qué se le ofrece? —cuestionó desde el umbral de su puerta.

—Necesito hablar con usted —solicitó.

—Vine a ver a mis hijos —refirió sosteniendo un par de bolsas con regalos.

Madison torció los labios.

—Pase —indicó con voz seca.

Alexander la miró de arriba hacia abajo, emitió una ligera sonrisa al verla lucir un pijama de dos piezas de tela polar en color rosado, sin poder evitarlo recordó la lencería en tono azul marino que lució la noche en la que concibieron a sus hijos.

—Aún están acostados —refirió y en ese momento los escuchó quejarse—. Voy a llevarles leche —indicó—. Tome asiento —solicitó sin poder ocultar lo mucho que le incomodaba su presencia.

Luego de un rato salió sosteniendo a ambos pequeños y se acercó a él.

—Él es Noah —refirió mirando hacia su derecha—, y él, es Liam —mencionó hacia el otro lado.

Alexander se acercó a ellos, su corazón retumbó agitado, al percibir una emoción especial al conocerlos.

—Hola —sonrió y habló bajito, con cuidado acercó una de sus manos e intentó acariciar sus mejillas.

Ambos pequeños giraron sus cabezas y abrazaron a su mamá.

Con rapidez, retiró su mano al darse cuenta que los había asustado.

—Les traje algunos obsequios. —Su voz se escuchó con entusiasmo.

Madison se aclaró la garganta.

—No debió molestarse —pronunció con recelo—, no les falta nada.

—No voy a permitir que tengan carencias, siendo mis hijos, me encargaré de todo —refirió—, tienes que entender que ahora también cuentan con mi protección —aseguró—, sería bueno que tú también aceptaras que los reconozca, nos quitaremos de muchos problemas.

Después de un rato que Alexander se fue, Madison salió a hacer algunas compras, dejando a los niños al cuidado con Hanna. No podía sacarse de su cabeza aquellas palabras de él. ¿Qué más le daba que ella aceptara que reconociera a los niños?, se preguntaba, ¿Qué pretendía? ¿Será que tramaba algo?

Sintiéndose tan abrumada, Madison se atravesó la calle, al escuchar que un auto tocaba el claxon muy cerca de ella, giró su cabeza, sus ojos se abrieron de par en par al saber que estaba a punto de ser arrollada, entonces su últimos pensamientos, se tornaron en sus pequeños hijos, y luego aquel panorama se volvió negro para ella.

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