Al ingresar a la habitación en la que se encontraba aquella chica, la recorrió con su mirada observando los golpes que tenía en su rostro y parte de su cuerpo.
— ¿Cuánto tiempo permanecerá internada? —cuestionó. —Me gustaría trasladarla a otro hospital. —Recorrió con su fría mirada el pequeño espacio en el que se encontraba.
—Esperemos a ver como reacciona en cuanto despierte —refirió el médico—. Debo aclararle que se encuentra bien atendida su esposa.
—No lo dudo, pero puedo trasladarla a uno de los hospitales más importantes de aquí —indicó elevando su mentón.
El médico no dijo nada y salió para dejarlo a solas con la joven, durante unos minutos.
Alexander se acercó a ella, rozó con el dorso de su mano su mejilla, entonces tomó uno de sus rizos y lo retiró de su rostro.
—Que afortunada eres —mencionó—, pudiste morir —resopló, se giró en su eje y justo cuando estaba por salir, se quedó paralizado al escucharla hablar.
Madison parpadeó con pesadez; sin embargo, al abrir los ojos logró distinguir su dorso y de inmediato lo reconoció.
—No se vaya —pronunció con debilidad.
De inmediato regresó y se acercó a ella.
— ¿Cómo te sientes? —cuestionó.
—Estoy bien, eso creo —contestó—, un poco golpeada. —Intentó mover su brazo y sintió que le dolía.
—Necesitamos hablar —refirió.
—Lo que necesitas es descansar para recuperarte —pronunció en tono golpeado.
—Necesito estar con mis hijos —solicitó con angustia.
—Ellos están bien.
— ¿Cómo lo sabe? —preguntó.
—Por qué están en mi casa, con mi mamá y mi hermana —indicó.
Un fuerte escalofrío la recorrió y lo miró sin poder evitarlo se agitó.
— ¿Por qué están en su casa? —indagó con temor.
—Porque le pedí a Hanna que los llevara a la casa —refirió—, necesitaba ayuda.
Madison estaba por objetar, cuando el médico ingresó.
—La paciente tiene que descansar.
—Buscaré que te trasladen a un lugar mejor —expresó y salió del lugar.
****
Horas más tarde, tal y como Alexander dijo, Madison fue trasladada a uno de los mejores hospitales, en donde fue instalada en una lujosa habitación.
Después de que fue acomodada por algunas enfermeras, recibió la visita de Hanna.
—¡Madison! —exclamó la joven. — ¿Estás bien? —preguntó.
—Sí, estoy bien —respondió y su voz se fragmentó.
— ¿Qué te ocurre? —cuestionó Hanna.
— ¿Por qué dejaste que se llevaran a mis hijos a la casa de ese hombre?
Hanna presionó sus labios.
—Porque no podía sola con los bebés, requería la ayuda y quien mejor que mi mamá para apoyarme.
—¿Tu mamá? —Madison cuestionó—, soy una tonta, nunca relacioné que eras hermano de él, porque hasta hace poco, ese hombre no existía en mi vida, seguramente estarás de acuerdo con lo que pretende hacer.
—No, claro que no, me he enfrentado a él —explicó Hanna—, voy a estar para apoyarte —mencionó.
—Si deseas ayudarme, saca a mis hijos de la casa de tus papás —solicitó agitada.
—Mi mamá es una buena persona, es la abuela de los niños, te guste o no. Necesitan estar rodeados de su familia, en lo que te recuperas.
—¡Familia! —las palabras de Hanna permearon en el interior de Madison….—Presionó su mentón y permaneció en silencio, pensativa—, dile a tu hermano que necesito hablar con él, por favor.
—Así lo haré —indicó Hanna.
****
Madison se despertó al escuchar que alguien ingresaba en la habitación, su corazón se agitó al ver que llegaba Alexander.
—¿Te sientes mejor? —cuestionó .
—Estar en una sencilla cama de un hospital de gobierno o estar en esta lujosa cama, no me hace sentir mejor —respondió.
—No te creo. —Se acercó a ella—, en este lugar no hace falta ni un solo medicamento, basta con que toques ese interruptor y tendrás a un par de enfermeras a tu cuidado, entre otras atenciones —mencionó.
La chica torció los labios.
—Le pagaré todo lo que ha hecho por mí —indicó.
—No te estoy pidiendo nada, lo hago porque eres la madre de mis hijos.
—No me gusta deberle nada a nadie, pediré que me lo vayan descontando de mi sueldo.
—Vaya que eres terca —bufó—, tómalo a cuenta del embarazo y el parto de los niños—gruñó—. Me dijo Hanna, que deseas hablar conmigo. —Decidió cambiar de tema.
—Así es —contestó.
— ¿Qué necesitas? —él preguntó.
—De usted nada —indicó y luego se aclaró la garganta—, deseo hacerle saber que… estoy de acuerdo con que les dé su apellido a mis hijos.
—Sabes que no requiero de tu aprobación, pero agradezco que comprendas que ellos tienen derecho a llevarlo y a todos los beneficios que eso conlleva.
—No necesitamos de más, hasta ahora no les ha faltado nada.
—¡Nada! —gruñó—, apenas puedes mantenerlos. —La fulminó con la mirada—, por eso estoy decidido a ir por más.
— ¿Qué quiere decir con eso? —un fuerte escalofrío la recorrió.
— ¡Quiero quedarme con la custodia!
Madison pasó saliva con dificultad al escuchar la determinación con la que habló.
— ¡Me los va a quitar! —exclamó con voz temblorosa.

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