—Escúchame bien, Alexander va camino a la casa—, Hanna advirtió—, está como alma que se lo lleva el diablo, debido a que…
Madison se sobresaltó al escuchar que la puerta de su habitación se azotó con gran fuerza, su cuerpo se estremeció al observar la gélida mirada de Alexander. Sin decir más cortó aquella llamada.
— ¿Por qué entras así? —cuestionó sorprendida.
— ¿Quiero que me digas en la cara desde hace cuanto tiempo te estás revolcando con este hombre? —mostró la imagen que circulaba en redes sociales. — ¿Fue él quien te regaló aquel costoso ramo de flores? —inquirió lleno de furia.
El corazón de Madison se agitó.
—Tranquilízate por favor —suplicó al ver lo alterado que se encontraba—, hablemos como personas civilizadas —solicitó, temiendo por su salud, ya que el médico le había indicado que requería tranquilidad.
— ¿Cómo me pides que me tranquilice, después de que te descubrieron besándote con ese hombre y encima de todo estás en boca de todo el mundo —bramó.
—Sabes que lo que digan de mí, no me importa —expresó con sinceridad—, a la única persona en este momento a la que le debo una explicación, es a ti. —Lo miró con ternura.
Alexander se llevó las manos a la cabeza.
— ¿Quién es ese hombre? —preguntó.
—Lo conocí hace algunos años —confesó e inclinó su rostro—, cuando no sabía nada de la vida y creía que las personas eran buenas, pero me equivoqué, se burló de mí y todo acabó entre nosotros.
— ¿Cuando lo volviste a ver? —cuestionó. — ¿Fue él quién te regaló esas flores? —se acercó a ella y la tomó por los brazos. — ¡Responde! —ordenó.
—Hace poco me lo encontré en una reunión, no sabía que se trataba de él —comentó e inhaló profundo para responder a su última cuestión—. Sí, fue él —respondió con voz temblorosa—, es la verdad, lo juro.
—Ahora comprendo por qué te comportaste tan misteriosa, aquel día. —Frunció el ceño—. No me pidas que te crea cuando tú misma fuiste quien me ocultó las cosas —gritó.
Madison mordió sus labios y presionó sus ojos con fuerza, al recordar que prometió no decir nada de lo que había hablado con el médico.
—No quería complicar las cosas entre nosotros, cuando… —Se aclaró la garganta—, hemos encontrado armonía al estar viviendo juntos —explicó.
Alexander negó con su cabeza.
—Me siento confundido, no suelo confiar con facilidad en las personas, sin embargo, lo intenté. Necesito estar solo.
—Lo lamento —Madison dijo antes de verlos salir, se volvió a exaltar al escuchar que azotaba una vez más la puerta de su habitación, luego de eso percibió como es que lo hizo también con la puerta principal e instantes después, escuchó que salió a gran velocidad en su lujoso deportivo.
Madison se retiró la toalla que llevaba y se acomodó sobre la cama sollozando, al saber que todo lo que habían avanzado juntos, se había ido por la borda. No sabía qué sucedería a partir de ese momento entre ellos, la incertidumbre hizo que un fuerte pinchazo doliera en lo más profundo de su ser.
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James se instaló en un departamento que había adquirido un año atrás, sabiendo que algún día las cosas entre Alison y él acabarían. Lanzó las llaves sobre la encimera de la cocina y se dirigió al pequeño bar que tenía, para sacar una botella de whisky.
Caminó hacia el sillón y se recostó dejando el vaso sobre la mesa, entonces comenzó a buscar información sobre la famosa compañía constructora Walton, hasta encontrar la biografía de Alexander, el CEO que a voz de Alison. Luego de leer todos los estudios y su experiencia laboral, encontró lo que tanto estaba buscando
—Es verdad. Es el esposo de Madison —habló con voz agitada. —Vaya tienen hijos y son gemelos. —Frunció el ceño al ver la edad de aquellos pequeños se sentó y bebió de golpe el trago de whisky—. Madi, hermosa mía, me estás haciendo el hombre más feliz del mundo —murmuró rascándose el mentón, quedándose pensativo.
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Alexander condujo durante dos horas, hasta alejarse lo más que pudo de toda persona, ingresó a la casa a la que solían ir los fines de semana y en algunas vacaciones con su padre.
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