Después de haber descansado un par de horas en la suite presidencial, ambos se ducharon y comenzaron a arreglarse para salir a cenar. Al leer los mensajes que le dejó Hanna en su móvil, se dirigió a la maleta que ella había colocado de manera intencional.
Al abrirla sus ojos se sorprendieron al encontrar un hermoso vestido largo en color rojo,
—Vaya que hiciste tu tarea muy bien. —Sus dedos recorrieron la exquisita tela aquella delicada prenda, observó un neceser dentro y lo tomó sabiendo que debía haber gran cantidad de cosas para maquillarse.
***
Alexander esperaba en la sala de la suite presidencial en la que se hospedaban, recargó su cabeza en el respaldo y de pronto comenzó a cabecear, debido al tiempo transcurrido.
—Estoy lista —Madison expresó con una cálida sonrisa.
Alexander sacudió su rostro al escucharla, sus ojos se abrieron de par en par al observarla de abajo hacia arriba, luciendo un sensual vestido estilo Jessica Rabbit, con una gran abertura de lado mostrando su atrevida pierna, hasta que llegó al sexy escote de corazón.
«¿Qué clase de vestido deseas que lleve Madi, para el viaje?», recordó la pregunta que le hizo su hermana y luego rodó los ojos al acordarse de su respuesta «Algo que la haga lucir despampanante».
—Lo escogió tu hermana —Madison dijo al ver que no contestaba nada Alexander.
—Es… perfecto —Alexander se aclaró la garganta—, luces hermosa —mencionó intentando no devorarla con la mirada y acomodó un mechón de los rizos que caían de los lados, al haberse recogido todo su cabello.
Madison presionó sus labios tampoco pudo evitar admirar lo bien que se veía con aquel smoking en tono negr0 con su impecable y deslumbrante camisa blanca.
—Te ves muy bien. —Acercó una de sus manos hacia el moño que llevaba alrededor de su cuello y lo acomodó.
Acercó su mano y profundizó el enlace de sus dedos entre los de Madi, ladeó los labios al sentir una agradable sensación disfrutando el calce y la calidez perfecta que le otorgó salir del lugar de esa manera.
Subieron al auto y Alexander tomó una pañoleta y la ató al rostro de Madison y condujo.
—¿Falta mucho? —cuestionó por tercera vez la chica.
—No —dijo él y estacionó el auto para ayudarla a descender, para luego caminar sujetando su brazo.
—Ya puedes mirar. —Le ayudó a retirar el vendaje.
Madison abrió los ojos de par en par al observar un crucero esperando en el muelle Solferino.
— ¿En dónde estamos? —preguntó.
—Bienvenida al río Sena —Alexander respondió—, daremos un tour por París —ladeó los labios, sonriente.
Al ingresar a la embarcación la joven observó que había hermosos arreglos florales como parte de la decoración, además de pétalos de rosas en el piso, guiandolos hacia la mesa y en cada una de las mesas una vela encendida cubierta con una bombilla de cristal.
En cuanto tomaron asiento, la iluminación del barco descendió para que las velas fueran las protagonistas en la iluminación. Enseguida comenzaron con aquel viaje romántico.
—¿Y las demás personas? —cuestionó ella.
—Esta noche solo seremos tú y yo —respondió con su gruesa voz.
Madison inhaló profundo al escucharlo, sintió que la piel se le hacía chinita con tan solo escucharlo. Les fue servida una copa de champagne.
— Hagamos un brindis —solicitó —Alexander—. Porque esta noche sea un nuevo comienzo para ambos.
Madison alzó su copa y la chocó con él.
—Que así sea —contestó y bebió un pequeño sorbo, haciendo una pequeña mueca.
—¿No te gustó? —preguntó preocupado.
—Es una sensación distinta —contestó.
Alexander sonrió.
Madison enredó sus manos sobre el cuello de él y recargó su pecho sobre la calidez de su firme pectoral, disfrutando de aquella dulce melodía y los fuertes latidos de su corazón.
Alexander tomó su rostro con sus grandes manos y de inmediato unió sus labios a los de ella hurgando con vehemencia el encuentro con su lengua.
El corazón de Madison se brincó un latido, su respiración se agitó mientras correspondía a aquel encuentro.
—Eres una chica muy especial —expresó luego de que se separaron para tomar aire, entonces Madison abrió los ojos de par en par al observar hacia la torre Eiffel ya que una hermosa lluvia de juegos pirotécnicos, alumbraron la oscurecida noche. — ¿Lo hiciste tú verdad?
—Deseaba que fuera perfecta esta noche, luego de un par de minutos observando el colorido firmamento el crucero comenzó a moverse y ambos regresaron a su lugar.
—Ha sido la mejor —respondió con emotividad—. Es tu turno de hablar, dime… ¿Qué te hizo ser tan desconfiado? —preguntó mirándolo a los ojos.
Alexander presionó su puño con fuerza, sintió que su pecho se agitó.
—Hace un tiempo me enamoré como un verdadero idiota.Viví con ella dos años, teníamos planes de tener familia. —Inhaló profundo al recordar—, creí que había encontrado a la mujer de mi vida…, pero me equivoqué. Me traicionó al enredarse con uno de sus amigos. —Bebió un sorbo de agua para pasar el trago amargo—. Me enteré en una fiesta de fin de año, cuando tenía seis meses de embarazo y resultó que el bebé no era mío, me enfrenté al dolor más grande que nunca había sentido y al escándalo que eso ocasionó.
Madison separó los labios al escucharlo, acercó su mano muy despacio y la colocó en la de él.
—Debió ser una situación muy difícil para ti —expresó—, pero no todas las personas somos iguales. Lamento lo que te ocurrió.
Alexander negó con la cabeza.
—No necesito de tu lástima.
Madison negó con la cabeza.
—No siento lástima —respondió—, comprendo tu dolor —dijo con honestidad.
—Lo dices ¿por aquella traición que sufriste? —preguntó sin dejar de mirarla

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