—Para mí fue más que eso —respondió—, trabajaba en el servició de limpiezas de lujosos apartamentos. Casi acababa de salir de la casa de asistencia donde pasé muchos años. Creí que James me amaba —pausó un momento—; no tenía la menor idea de que estaba casado, hasta que… —Su mirada se cristalizó—, su esposa me sorprendió mientras trabajaba, me humilló tanto, hasta que desquitó su frustración en mí. Nunca me había sentido tan insignificante, tan poca cosa, como en ese momento, además que saber que era la amante de ese hombre, me dolió mucho.
La verdosa mirada de él se ensombreció al escucharla, su respiración se agitó.
—Siento mucho que hayas pasado por algo así —refirió con sinceridad. — ¿Por qué te ha vuelto a buscar?, ¿por qué no me lo dijiste? —preguntó sin dejar de verla.
—Es uno de los socios de la empresa del señor Smith Hilton —respondió a su pregunta—, he intentado evitarlo, pero se las ha arreglado para conseguir mi número y enviar aquellas flores, pero no le di pie a nada, lo juro. Lo que menos quiero en el mundo es volver a verlo. No tenía idea que le darían el proyecto de la remodelación.
—Es un hombre astuto —refirió y se quedó pensativo—, vamos a ver que tanto lo es al enfrentarse a Alexander Walton. — ¿Por qué no me lo dijiste? —volvió a cuestionar.
—No quería perder lo poco que habíamos avanzado —confesó—. Deseaba que siguiéramos viviendo sin discusiones, enfocados en los gemelos.
Alexander se estremeció al escucharla.
—Las cosas van a cambiar, te lo prometo —mencionó.
—Te daré mi voto de confianza. —Ladeó los labios y sonrió con cariño.
—Es hora de volver al hotel —refirió y extendió su mano.
En cuanto ambos salieron, Alexander de inmediato se retiró su blazer y lo colocó sobre sus hombros.
—No deseo que la señora Jessica Rabbit se vaya a resfriar —bromeó.
Madison carcajeó al instante.
—Se voló la barda con este modelito tu hermana —replicó.
Alexander se aclaró la garganta.
—Eligió muy bien —dijo con voz pastosa, sintiendo un fuerte deseo por poseerla.
En cuanto subieron al ascensor y las puertas se cerraron, Alexander no pudo controlarse, la tomó por la cintura y se acercó por la espalda, retiró el saco y acercó sus labios a su exquisito cuello.
Madison no pudo evitar jadear.
—Dime que no hay cámara dentro —murmuró.
Alexander soltó una risotada y la giró para llegar a sus labios, mientras que sus manos temblaban al recorrer las curvaturas de su perfecto talle.
Madison pegó su espalda a uno de los muros del elevador, correspondiendo a cada uno de los besos que demandaba él.
—Te deseo tanto, señora Rabitt. Quiero que mis manos sean las que quiten este vestido tan provocador —murmuró entre besos.
—Espero que no quieras desnudarme aquí.
Alexander volvió a sonreír.
—Ganas no me faltan. —Acercó sus labios a su escote y rozó con su lengua sus sobresalientes pechos—, me fascinas. Justo en ese momento se detuvo el ascensor y las puertas se abrieron.
Ambos fijaron su mirada en la entrada observando a unos turistas ingresar. Alexander tomó su sacó y cubrió una vez más los hombros de Madison, al darse cuenta que le había dejado un par de marcas en su pie.
Todos permanecieron en silencio cada uno mirando el tablero que iba marcando los pisos donde pasaban, Alexander con discreción deslizaba la yema de sus dedos sobre sus perfectos glúteos de ella, al tenerla delante de él.
Un piso antes de llegar a la suite presidencial bajaron las personas, momentos después, llegó su turno de hacerlo. En cuanto entraron a su piso, Alexander lanzó el blazer al suelo y el moño que llevaba, tomó a Madison por la espalda y comenzó a deslizar la cremallera de aquel atrevido vestido que lo enloqueció.
***
New York.
— ¿Qué demonios te ocurre Alice? —el señor Adam cuestionó en cuanto cerró la puerta de su habitación. — ¿Por qué estás haciendo tanto alboroto con lo que ocurrió con la esposa de Alexander?
Alice limpió las lágrimas que escurrían sobre sus mejillas.
—No quiero que lo vuelvan a lastimar —expresó con gran sentimiento—, me importa mucho, es mi hijo —manifestó.
Tomó asiento sobre uno de los mullidos sillones.
—No es necesario que intervengas, es un adulto y puede hacerme cargo de sus problemas —expresó con preocupación, Hanna está preocupada.
—No quiero perderlo, cambió tanto después de lo de… Olvia, se alejaste de todo el mundo, no deseo que se hunda más, después de la canallada que hizo Madison.
Adam negó con su cabeza.
—Nuestro deber es estar con nuestros hijos cuando nos necesiten, pero no podemos intervenir. —Se acercó a ella y la tomó por los hombros—. Explícame por qué has estado fastidiando a Hanna.
Alice rompió en llanto.
—Prefiere a Madison que a su hermano ¿Puedes creerlo?
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