Toronto, Canada.
Alexander ingresó tomado de la mano de Madison al hospital, su corazón palpitaba con fuerza al ser dirigido a una de las habitaciones. Inhaló profundo al sentir un escalofrío recorrelo al saber que estaba por enfrentarse a la última esperanza que la vida le estaba dando.
— ¿En qué piensas? —Madison indagó.
—Nunca he podido con la incertidumbre, me mata —explicó él—, me gustaría tener una bola mágica y averiguar si este nuevo tratamiento podrá funcionar.
—Te comprendo. —Madison expresó y acercó su mano a él—. Hay que tener una actitud positiva, eso ayuda mucho.
Ladeó sus labios y él esbozó una pequeña sonrisa.
—Tienes que practicar más —Madison dijo—, necesitaré usar más seguido el vestido de la señora Rabbit —murmuró cerca de su oído.
Sin poder evitarlo, Alexander soltó una risotada al recordar lo impresionante, y sexy que se veía.
—La deberíamos contratar como mi enfermera personal. —Presionó sus labios para evitar volver a reír.
Madison carcajeó al escucharlo. Las risas de ella inundaron el interior de aquella habitación, y de paso aquel corazón que parecía estar congelado.
Estaban por debatir, cuando recibió un mensaje Alexander, y de inmediato abrió la liga que Luke le envió.
— ¿Qué ocurre? —Madison cuestionó.
—Es lo que vamos a averiguar —respondió y ambos comenzaron a ver aquella transmisión en vivo:
*
—Señoras y señores, los he convocado porque un informante anónimo, me hizo saber que el famoso empresario Alexander Walton, salió del país hace un par de horas y se llevó consigo a la señora Madison Davis y a los pequeños, por lo que deseo que todo el mundo esté enterado de este golpe bajo, al negarse a hacerles la prueba de paternidad —gruñó con gran molestia—, y lo voy a demandar por tal hecho.
*
Finalizaron de ver aquella transmisión al tiempo que ingresó una enfermera.
—Le dejo la bata para que se cambie, en un rato más vendré para colocarle la solución intravenosa.
—Gracias —Madison respondió sintiendo un fuerte escalofrió recorrerla.
Alexander tomó el control del aire acondicionado y lo presionó con fuerza, sintiendo como su torso subía y bajaba agitado.
—Mal nacido —gruñó rabioso.
—Ahora comprendes lo que sentí cuando llegaste con aquellas amenazas —resopló y se fue a sentar hacia la sala en color chocolate que tenía la habitación.
Alexander sintió una fuerte sacudida en su interior al escucharla.
—Perdoname —expresó con sinceridad—, no debí presionarte, pero en mi situación… —Se aclaró la garganta—, quería tenerlos para pasar con ellos el tiempo que me restaba de vida, me comporté como un ser despreciable un hijo de…
—Ya no te tortures —intervino con rapidez ella, para no escucharlo decir una palabrota—. Concéntrate en lo importante: Estar bien para que juntos enfrentemos aquellas calumnias.
Alexander ladeó los labios y sonrió.
—Ustedes serán mi motor —afirmó con seguridad.
***
Nueva York, Estados Unidos.
Alison salió del ascensor y caminó sobre las relucientes baldosas de mármol en tono blanco con gris, sus altos tacones se hicieron anunciar por los cubículos donde pasaba. El garbo y la elegancia con la que daba sus pasos al andar, hacía que nadie pasara por alto su presencia, hasta que se detuvo frente al escritorio de su secretaria, acomodó sus gafas oscuras y flexionó su cuerpo al colocar sus manos sobre la mesa de trabajo de la mujer.
—Avísale a mi padre que me encuentro aquí —expresó con seriedad.
La secretaría desde donde se encontraba percibió el aroma a alcohol que destilaba la joven.
—Así lo haré. Voy a llevar los papeles que se requieran para solicitar una prórroga y esperar a que estén en condiciones para volver.
—Gracias por tu comprensión, ojalá que todo esto pueda seguir manejándose con discreción —resopló.
—Lo intentaré —mencionó aclarándose la garganta.
—Ojalá lo logres, no ha querido decirle nada a sus papás para no preocuparlos, a pesar que le pedí que hablara con ellos, a duras penas lo hizo contigo y con Hanna.
—Mantenme al tanto de la evolución de mi amigo.
—Así lo haré… —Madison concluyó la llamada, en ese momento apagó el móvil de Alexander.
****
Nueva York.
—Sí, eso es lo que deseo —expresó el hombre—. Quiero que ocupes tu tiempo en cosas de provecho, en lugar de estar perdiendo el tiempo bebiendo y armando escándalos —inquirió sabiendo porque no se retiraba a aquellas gafas de sol.
—Sabes que no terminé los estudios, por…, casarme con James y dedicarme a él —su voz se fragmentó, no sé hacer nada.
El señor Smith pasó sus manos sobre la calvicie de su blanca cabeza.
—Es tiempo de que te hagas cargo de tu vida —alzó la voz—, quiero que aprendas lo que es ganarse la vida y no solo malgastar el dinero. Si es necesario tendrás que volver a la universidad.
Alison presionó los puños con fuerza y tomó su bolso.
—Lo voy a pensar —respondió y salió del lugar con molestia, tomó el primer taxi que encontró.
— ¿A dónde la llevo señorita?
—Al bar, the happening —indicó.

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