Toronto, Canadá.
Dos días después.
A las pocas horas en las que le fue suministrado su primer tratamiento a través de un catéter, un fuerte escalofrío comenzó a recorrer a Alexander, temblaba sin poder evitarlo, además que una fina capa de sudor perlaba su frente.
—Tranquilo —Madison susurró cerca de su oído y de inmediato cambió la compresa de su frente.
Alexander abrió sus ojos al escuchar la voz de Madison.
—Lo intento —respondió sintiendo como su barbilla tiritaba.
Momentos después ingresaron un par de médicos para examinarlos.
—La fiebre no ha cedido —explicó uno de ellos.
— ¡Está ardiendo! —gritó—. Preparen el piso de abajo —indicó el doctor Williams al tomar una vez más la temperatura de Alexander—, tenemos que evitar que pase de los 40° —indicó.
El corazón de Madison se agitó con fuerza al escuchar al médico hablar, se llevó las manos a sus labios al ver cómo tomaban la camilla y comenzaban a salir.
Con dificultad, Alexander elevó su rostro antes de que le colocaran una mascarilla para que pudiera respirar mejor, dirigió su verdosa mirada a Madison.
—Volveré —refirió bajito.
—De aquí no me voy a mover, lo prometo —manifestó la joven.
***
Nueva York.
James llegó al restaurante en donde se había quedado de reunirse con su abogado.
—Buenas noches —saludó.
—Pedí lo que me ordenó para cenar —mencionó el abogado.
—Gracias —expresó James y tomó la copa que le llevó el mesero—, veo que tienes todo listo.
—Así es —el hombre dijo.
—Me tienes intrigado, deseo saber que es eso tan importante que me tienes que decir. —Bebió un sorbo de whisky.
—Me citaron para hablar sobre los motivos por lo cual el señor Alexander Walton salió fuera del país. —Ladeó los labios.
—¿Eso es algo bueno o malo para nosotros? —cuestionó James.
—Me atrevería a decir que es algo bueno —mencionó y le entregó el documento oficial que había interpuesto Luke, el abogado de la familia.
Al leer aquella información, James no pudo evitar sonreír.
—Así que el señor Walton se está muriendo —mencionó sorprendido—, quizás será necesario esperar a que herede a los niños y me deje el camino libre para reconquistar a Madi. —No pudo evitar reírse.
El abogado sonrió también.
—No nos queda de otra, estando en tratamiento, no podrán viajar.
— ¿Te dijeron en qué hospital lo están atendiendo? —indagó pensativo.
—Sí, tengo todos los datos del hospital y del lugar donde se alojan —indicó.
James tomó nota del nosocomio y sonrió divertido.
—Gracias por el dato —expresó y comenzó a comer de los platillos que les fueron llevados.
***
Alexander abrió los ojos de golpe al sentir la temperatura del agua helada en la que lo sumergieron, todo su cuerpo se estremeció, deseando poder salir en el instante de ahí.
—Saquenme de aquí —solicitó tiritando de frío.
—Lo lamento, pero no es posible —refirió una de las médicos.
—Déjenme salir —gritó agitado—, está helada —dijo jadeante.
—Lo sabemos, pero es necesario que la temperatura descienda —habló la mujer y lo tomó de la mano.
La mirada de Alexander se fijó en aquellos ojos.
—Te conozco —expresó agitado—, te conozco —volvió a repetir y cerró los ojos intentando evadir la extrema baja temperatura a la que estaba sometido, entonces un par de ojos color chocolate aparecieron en su mente—. Madi —susurró y recordó la promesa de luchar que les había lecho, a continuación se controló y esperó a que le dieran la indicación de poder salir de aquel extremo tormento por el que pasaba.
***
A la mañana siguiente.
Madison caminaba de un lado a otro llena de desesperación, de pronto tocaron a su puerta, corrió a abrir.
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