—Salga de aquí —Madison ordenó y presionó el botón para solicitar ayuda.
—La prensa está deseosa de saber su estado de salud —refirió el hombre.
— ¡Váyase! —exclamó—, mi esposo decidirá si lo hace o no. —Empujó al hombre y cerró la puerta.
— ¿Qué rayos fue esto? —cuestionó Alexander.
—La noticia llegó a los medios de comunicación. —Presionó sus labios—, lo lamento, debió ser James.
Alexander resopló.
—Tarde o temprano se tenía que saber, me preocupa mi familia, no debió ser nada sencillo para ellos.
—Eso lo podemos solucionar en este preciso momento. —Le entregó su móvil—, puedes hablarles y eso los tranquilizará.
Momentos después la doctora Miller ingresó a la habitación.
—Vine a ver como se encuentra el señor Walton después de este incidente —indicó.
—Estoy bien, doctora —respondió Alexander en tono seco.
—Es necesario que me informe si presenta náuseas, mareos, vómito, o algún otro síntoma.
—Nada de eso —expresó.
La doctora monitoreó signos vitales y lo revisó con rapidez.
—Estando todo bien, me retiro. Me da gusto que se encuentre bien, señor Walton —mencionó escuchándose sincera.
—¿Todo bien? —Madison preguntó.
—No lo sé, me doy cuenta que aún siento mucho resentimiento por lo ocurrido.
—Puede ser buen momento para que no solo sanes tu cuerpo, sino también tu corazón. —Colocó la mano en su pecho.
—Deseo ser un hombre diferente —refirió pensativo.
***
Nueva York.
Seis meses después.
—Señorita, su tarjeta no pasa —un mesero se acercó a la mesa en donde se encontraba bebiendo Alison.
— ¿Cómo? —cuestionó—, debe ser un error —bufó—, voy a hacer que te despidan —mencionó arrastrando la voz.
El mesero rodó los ojos.
—No es ningún error —refirió. — ¿Tiene otra forma de pago? —cuestionó.
—Escoge la quieras —solicitó mostrando la gran variedad de tarjetas de crédito que traía—, la gente como yo, tiene suficientes medios para pagar. —Lo fulminó con la mirada.
—Tampoco pasa —expresó.
— ¿Cómo? —preguntó completamente asombrada.
El mesero alzó su mano y llamó de inmediato al gerente.
— ¿Qué ocurre? —cuestionó con seriedad.
—La señora no tiene para pagar la cuenta —manifestó.
—Debe ser una confusión —dijo arrastrando la voz—, voy a llamarle a mi papá y en este preciso momento les pagaré. —Tomó su móvil y con la vista borrosa le marcó—. No responde —refirió.
— ¿Cuánto debe? —el gerente cuestionó.
El mesero le mostró el total a pagar.
—Será mejor llamar a la policía —indicó él.
—No, no me pueden llevar presa —manifestó—, soy la hija del importante empresario Hilton y ustedes no me pueden llevar a la cárcel. —Se puso de pie intentando salir y se resbaló.
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