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Herederos para el Enfermo CEO romance Capítulo 39

—Salga de aquí —Madison ordenó y presionó el botón para solicitar ayuda.

—La prensa está deseosa de saber su estado de salud —refirió el hombre.

— ¡Váyase! —exclamó—, mi esposo decidirá si lo hace o no. —Empujó al hombre y cerró la puerta.

— ¿Qué rayos fue esto? —cuestionó Alexander.

—La noticia llegó a los medios de comunicación. —Presionó sus labios—, lo lamento, debió ser James.

Alexander resopló.

—Tarde o temprano se tenía que saber, me preocupa mi familia, no debió ser nada sencillo para ellos.

—Eso lo podemos solucionar en este preciso momento. —Le entregó su móvil—, puedes hablarles y eso los tranquilizará.

Momentos después la doctora Miller ingresó a la habitación.

—Vine a ver como se encuentra el señor Walton después de este incidente —indicó.

—Estoy bien, doctora —respondió Alexander en tono seco.

—Es necesario que me informe si presenta náuseas, mareos, vómito, o algún otro síntoma.

—Nada de eso —expresó.

La doctora monitoreó signos vitales y lo revisó con rapidez.

—Estando todo bien, me retiro. Me da gusto que se encuentre bien, señor Walton —mencionó escuchándose sincera.

—¿Todo bien? —Madison preguntó.

—No lo sé, me doy cuenta que aún siento mucho resentimiento por lo ocurrido.

—Puede ser buen momento para que no solo sanes tu cuerpo, sino también tu corazón. —Colocó la mano en su pecho.

—Deseo ser un hombre diferente —refirió pensativo.

***

Nueva York.

Seis meses después.

—Señorita, su tarjeta no pasa —un mesero se acercó a la mesa en donde se encontraba bebiendo Alison.

— ¿Cómo? —cuestionó—, debe ser un error —bufó—, voy a hacer que te despidan —mencionó arrastrando la voz.

El mesero rodó los ojos.

—No es ningún error —refirió. — ¿Tiene otra forma de pago? —cuestionó.

—Escoge la quieras —solicitó mostrando la gran variedad de tarjetas de crédito que traía—, la gente como yo, tiene suficientes medios para pagar. —Lo fulminó con la mirada.

—Tampoco pasa —expresó.

— ¿Cómo? —preguntó completamente asombrada.

El mesero alzó su mano y llamó de inmediato al gerente.

— ¿Qué ocurre? —cuestionó con seriedad.

—La señora no tiene para pagar la cuenta —manifestó.

—Debe ser una confusión —dijo arrastrando la voz—, voy a llamarle a mi papá y en este preciso momento les pagaré. —Tomó su móvil y con la vista borrosa le marcó—. No responde —refirió.

— ¿Cuánto debe? —el gerente cuestionó.

El mesero le mostró el total a pagar.

—Será mejor llamar a la policía —indicó él.

—No, no me pueden llevar presa —manifestó—, soy la hija del importante empresario Hilton y ustedes no me pueden llevar a la cárcel. —Se puso de pie intentando salir y se resbaló.

—Todo lo hice es por que me importas y mucho —Madison comentó con la mirada cristalizada.

—También me importas más de lo que imaginé… Te amo —pronunció sin poder creer que esas palabras habían salido de su boca, por primera vez.

La mirada de Madison se iluminó y su corazón se llenó de una chispa que ardió con fuerza en su pecho.

—También te amo —contestó con la voz fragmentada.

Alexander se puso de pie y la dirigió hacia su habitación, para tener mayor privacidad.

***

James presionó con fuerza sus dientes al ver aquella conferencia de prensa que había dado Alexander, su respiración se agitó con dureza.

— ¿Por qué rayos te salvaste? —gruñó y se dirigió por una copa—. Supongo que ahora que estás mejor, regresarán al país para poder continuar con nuestra pelea. —Su mirada se ensombreció.

Al tocar el timbre fue a abrir la puerta.

—Lo estaba esperando —dijo al abogado. — ¿Qué novedades me trae? —cuestionó—, no vayas a decirme nada que ya sepa —ordenó.

—Ya tengo a las personas que necesitamos para realizar las pruebas, estese tranquilo, todo será favorable para nosotros —indicó.

James se dirigió a la sala y tomó asiento.

—Por fin, estamos a un paso de lograr lo que tanto he esperado —indicó ladeando los labios.

—Así es señor —expresó el hombre.

—No falles —solicitó con firmeza.

***

Alison bebió un trago de vino, directo de la botella y prosiguió con su camino, mientras conducía, talló sus ojos al no poder distinguir con claridad el camino.

—No puedo creer que ya no me quieras dar ni un centavo —expresó rabiosa, una gran cantidad de lágrimas derramó cuando «»Someone like you by Adele», comenzó a escucharse, liberando el gran dolor que sentía—, me dediqué a ser bonita, solo para ti y me botaste, me dejaste sin ninguna complicación. — ¿Qué hice mal? —cuestionó, cuando de pronto perdió el control y se salió del camino, chocando contra un árbol, quedando inconsciente.

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